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La I+D tendrá una función clave para alcanzar el objetivo de biocombustibles

Para que Europa cumpla sus ambiciosos objetivos energéticos, será necesario ampliar la investigación y el desarrollo (I+D) de las tecnologías de biocombustibles existentes y de segunda generación, así como revisar las estrategias nacionales de investigación, advirtieron los po...

Para que Europa cumpla sus ambiciosos objetivos energéticos, será necesario ampliar la investigación y el desarrollo (I+D) de las tecnologías de biocombustibles existentes y de segunda generación, así como revisar las estrategias nacionales de investigación, advirtieron los ponentes de un seminario celebrado el 14 de mayo en el Parlamento Europeo de Bruselas. En marzo, los Jefes de Estado y de Gobierno firmaron una política energética común sin precedentes que se propone acelerar la transición a una economía de bajo consumo de carbono. Entre otras medidas, acordaron el objetivo vinculante de incrementar en la UE el consumo de energía derivada de fuentes renovables hasta un 20% antes de 2020. Además, acordaron incrementar hasta el 10% la proporción de biocombustibles usados en el transporte antes de la misma fecha. Todos los ponentes del seminario celebrado en el Parlamento coincidieron en que, para alcanzar esos objetivos, es hora de pasar de los titulares referentes al reto del cambio climático -donde ya hay consenso- a las áreas políticas y las acciones necesarias a diario para abordar el agotamiento de los recursos naturales, la subida de los precios del petróleo y la seguridad del abastecimiento. «Sin duda el sector energético se sitúa en primera línea de la lucha contra el cambio climático, puesto que la energía que producimos y consumimos representa dos tercios de todo el CO2 [dióxido de carbono] que liberamos en la atmósfera», declaró Graham Watson, de la Alianza de Liberales y Demócratas por Europa (ALDE), que organizó este seminario junto con la Comisión de Industria, Investigación y Energía (ITRE). El Sr. Watson advirtió que, si no se reducen las emisiones en un 60% (la proporción necesaria, según asegura la comunidad científica), no sólo ocurriría una catástrofe medioambiental, sino que además haría bajar el PIB en hasta un 20%. «Así pues, el paso a los combustibles bajos en carbono va a revestir especial importancia, ya que se augura un aumento de las emisiones del transporte en 77 millones de toneladas entre 2005 y 2020, más que ningún otro sector. Y ahí es donde entra en escena la bioenergía», señaló el Sr. Watson. Actualmente los biocombustibles se consideran una gran alternativa viable al petróleo que podría contribuir a reducir las emisiones en hasta un 70% de los niveles actuales. El Sr. Watson expresó su esperanza de que los objetivos vinculantes animen a los Estados miembros a invertir en el desarrollo de tecnología para biocombustibles. El año pasado los biocombustibles ocuparon en la UE una cuota de mercado de tan sólo el 1% de los combustibles. «No obstante, para subir del 1% al 10% de combustibles producidos con bioenergías, no basta con las iniciativas realizadas a nivel de la UE; los gobiernos tendrán que trabajar con la empresa para preparar a la industria y sus productos para la transformación que se avecina. Esto podría implicar el uso de incentivos de mercado, adaptar nuestros estándares para incorporar la tecnología para biocombustibles, modificar la directiva de calidad de los combustibles para promover energías más ecológicas.» La I+D también constituirá un importante instrumento de las políticas para promover el desarrollo de las tecnologías de biocombustibles existentes y de segunda generación. En la actualidad los tipos que protagonizan el mercado son el bioetanol y el biodiésel, que están hechos con cereales, soja, aceite de colza, caña de azúcar y aceite de palma. Los biocombustibles de segunda generación se basan en cultivos no alimentarios, como la paja y la madera de desecho, que son más eficientes desde el punto de vista energético e implican un menor uso de suelo. Además, llevan aparejada una reducción aún mayor de CO2, son más económicos y ofrecen más seguridad energética. Los ámbitos en los que, según el Sr. Watson, debería centrarse la investigación futura son las tecnologías enzimáticas, la conversión de residuos agrícolas a etanol de celulosa y la digestión anaeróbica. «El Comisario Potocnik y yo creemos que podemos convertir Europa en el taller de un mundo más ecológico», aseguró. Björn Tillenius, de la agencia energética sueca, convino en que la I+D, especialmente la respaldada por el sector público, ayudaría a solucionar las necesidades a corto y largo plazo del sector bioenergético. Adujo que, dado lo ambicioso de los nuevos objetivos, los Estados miembros y la UE tendrían que volver a revisar sus respectivas estrategias de I+D. En consecuencia, se concedería mayor prioridad a la I+D de la energía y mayor peso específico a las tecnologías neutras en CO2 eficientes desde las perspectivas energética y de costes, aventuró. El Sr. Tillenius argumentó que toda estrategia de I+D sobre energía debería centrarse en objetivos específicos de la política energética. Por otro lado, con respecto a la propuesta de establecer una Iniciativa Tecnológica Conjunta (ITC) sobre pilas de combustible e hidrógeno, cuestionó su validez y preguntó a qué objetivo de la política energética respondería. Pero las políticas y los incentivos no tienen que versar sobre tecnologías concretas, según opina Maja Wessels, de Honeywell, empresa multinacional que se dedica a producir biocombustibles, entre otras cosas. «Necesitamos diversos enfoques, no una legislación que beneficie a unas tecnologías en perjuicio de otras», afirmó. Se refirió al caso del diésel verde o ecológico, que se produce mediante una reacción con el hidrógeno, a diferencia del biodiésel, que se basa en el metanol. «Hace pocos años a nadie le interesaba el diésel ecológico; ahora está entrando en el mercado y se considera el combustible preferido por la industria automovilística.» «Es necesaria una neutralidad tecnológica en las políticas y los incentivos, para que las diversas tecnologías compitan en pie de igualdad y sus usuarios puedan decidir cuál les conviene más», afirmó la Sra. Wessels. Crear una economía de biocombustibles sostenible en la que compitan todos estos combustibles exigirá también incrementar la financiación en I+D e ingeniería, según la Sra. Wessels. Un informe reciente de la ONU puso de relieve que ciertas materias primas utilizadas en los biocombustibles de primera generación, como el aceite de palma, estaban perjudicando al medio ambiente y encareciendo los alimentos en países en vías de desarrollo. Centrar la I+D en los biocombustibles de segunda generación contribuiría a acelerar la transición de los combustibles existentes y, de ese modo, reducir sus repercursiones en el cambio climático y su competencia con los cultivos alimentarios, puntualizó la Sra. Wessels. También deberían destinarse fondos públicos para financiar proyectos de demostración, agregó la Sra. Wessels. «De las demostraciones comerciales puede aprenderse mucho; no se puede aprender todo acerca de los biocombustibles en el laboratorio», concluyó.