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Quantifying Objectivity in the Natural and Social Sciences

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La presión por publicar, ¿distorsiona los resultados de las investigaciones?

La frecuencia con la que los científicos inventan y falsifican datos o incurren en otras faltas constituye una cuestión controvertida. Un nuevo estudio financiado con fondos comunitarios afirma que la presión cada vez mayor que existe para producir resultados publicables puede repercutir de forma negativa en la calidad de la investigación científica.

Cambio climático y medio ambiente icon Cambio climático y medio ambiente

El estudio contó con el apoyo del proyecto «Objective science» (Ciencia objetiva), al que se adjudicaron fondos del Séptimo Programa Marco con el fin de evaluar el sesgo de las investigaciones en los campos de las ciencias naturales y sociales. Tras analizar miles de artículos científicos, los investigadores demostraron la tendencia a informar de resultados de experimentos más «positivos» en un número reducido de instituciones de élite. ¿Pero son los resultados «positivos» más interesantes que los «negativos»? Un resultado «negativo» no es aquel que declara que no se ha descubierto nada, sino que los indicios disponibles señalan que la hipótesis de partida era incorrecta. Y ello posee tanta validez científica como un resultado «positivo» que confirme la hipótesis. Pongamos por ejemplo el enunciado «Los datos demuestran sin ningún género de dudas que el calentamiento global antropogénico es real». Éste posee la misma validez que el enunciado «Los datos demuestran sin ningún género de dudas que el calentamiento global no es real», si es que así lo hicieron. Sin embargo, las condiciones que se dan actualmente en el mundo académico se describen comúnmente mediante la expresión «publicar o morir». Cada vez es más común que la carrera académica de una persona se valore conforme al número de artículos científicos publicados enumerados en su currículum y el número de citas recibidas. Por consiguiente, para conseguir financiación y un empleo, los científicos deben publicar sin cesar. Igualmente, las probabilidades de que un artículo científico sea aceptado por una revista y citado posteriormente dependen de los resultados ofrecidos. Los responsables de «Objective science» preguntaron abiertamente a un gran número de científicos si habían cometido alguna falta en sus investigaciones. El 2% de los encuestados admitió haber cometido, al menos una vez, faltas graves incuestionables como haber inventado, falsificado o maquillado datos o resultados. El porcentaje fue considerablemente más alto cuando se les preguntó por el comportamiento de otros científicos. Si se tiene en cuenta que la encuesta contenía preguntas delicadas, cabe sospechar que esta cifra ofrece un cálculo conservador de la prevalencia de este tipo de faltas entre investigadores. Para comprobar la hipótesis de que en los entornos académicos más competitivos aumenta el sesgo contra los resultados «negativos», se analizaron datos provenientes de la Fundación Nacional para la Ciencia de Estados Unidos. Al examinar la relación existente entre el porcentaje de artículos que ofrecían resultados «positivos» y la productividad de cada institución y su gasto en I+D, salió a relucir una tendencia evidente. La mayoría de las investigaciones científicas pioneras se llevan a cabo en un número reducido de instituciones de élite. Ello no equivale a que el sistema esté sesgado; significa que un gran número de individuos con talento están concentrados en lugares dotados de recursos y en los que pueden alcanzar más logros que si trabajasen por su cuenta. Además, las revistas más prestigiosas son mucho más selectivas con lo que publican, y muchas de ellas tan sólo admiten artículos que supongan un avance en su campo de especialidad, o lo que es lo mismo, que ofrezcan resultados positivos.

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