Los científicos lo muestran con flores
Las flores no son un mero símbolo romántico; también desempeñan una función crucial en el desarrollo de los cultivos. Trátese de albaricoques o de zanahorias, la floración debe producirse en el momento adecuado y ajustarse a un patrón perfecto de desarrollo, de lo contrario no habrá fruto. El proyecto comunitario Geanarafdev se propuso desentrañar la compleja maraña de genes interconectados que rigen la floración.Los fitogenetistas del proyecto estudiaron el género Arabidopsis y la semilla de la mostaza. Analizaron las relaciones entre proteínas y ADN empleando la novedosa técnica ChIP-Seq (inmunoprecipitación de cromatina y secuenciación). En concreto examinaron la influencia de los llamados marcos abiertos de lectura (ORF), secuencias de ADN dotadas de un código de principio y fin para fabricar una proteína en el mismo segmento de material genético. Se sabe que cierto gen llamado Apetala1 (AP1) regula el comienzo del desarrollo floral en la Arabidopsis y también que determina que un pétalo siga siendo un pétalo o bien un sépalo, la capa protectora que rodea al brote antes de que se abra la flor. El AP1 es un gen muy activo y los investigadores identificaron los otros genes sobre los que actúa, entre ellos reguladores de la producción de proteínas. Cuando comienza el desarrollo de la flor, el gen AP1 cumple una función básica, por cuanto anula la acción de otros genes que actúan como represores de la floración. En etapas más avanzadas de la floración, es más dinámico y activa otros genes. Así pues, el AP1 desempeña una labor de coordinación general, al integrar el crecimiento, el patrón floral y las rutas hormonales. El hecho de que el AP1 controle interruptores génicos desde la iniciación de la floración hasta la formación de las flores lo convierte en un gen de gran importancia. Tras esclarecer su modus operandi, los fitogenetistas pueden asegurar la floración y productividad de un cultivo.
