European Commission logo
español español
CORDIS - Resultados de investigaciones de la UE
CORDIS

Article Category

Noticias
Contenido archivado el 2023-03-02

Article available in the following languages:

Investigar la conexión entre desigualdad y ciencia y tecnología

Conforme el mundo prospera, las desigualdades se acentúan entre ricos y pobres, entre los que tienen acceso a la asistencia médica y los que no, entre quienes viven en un entorno seguro y quienes se encuentran en situación de riesgo. Con frecuencia se achacan las disparidades ...

Conforme el mundo prospera, las desigualdades se acentúan entre ricos y pobres, entre los que tienen acceso a la asistencia médica y los que no, entre quienes viven en un entorno seguro y quienes se encuentran en situación de riesgo. Con frecuencia se achacan las disparidades socioeconómicas a las fuerzas geopolíticas o a las deficiencias de las políticas públicas. Rara vez se echa la culpa a la ciencia y la tecnología. Pues bien, los responsables del proyecto comunitario ResIST («Researching Inequality through Science and Technology», o Investigar la desigualdad a través de la ciencia y la tecnología), recomiendan un examen detenido del efecto de las políticas y la práctica de la ciencia y la tecnología. El proyecto, financiado con cargo al apartado «Ciudadanos y gobernanza en una sociedad basada en el conocimiento» del VI Programa Marco, se orienta al estudio del impacto de la ciencia y la tecnología en las desigualdades o su contribución a la reducción de éstas, y las opciones de cambio estratégico. Peter Healey, del «James Martin Institute for Science and Civilization» (Reino Unido), es el encargado de coordinar el proyecto ResIST. «La ciencia y la tecnología no aparecen como factores de desigualdad», explica el señor Healey. Esto se debe, en parte, a que, por su propia naturaleza, estas fuentes de desigualdad se ocultan en los sistemas de ciencia y tecnología, pasando inadvertidas entre las temáticas de carácter técnico, no directamente accesibles al análisis sociocientífico. «Como consecuencia de ello, se ha creado una brecha en el análisis estratégico», indica Peter Healey. El proyecto tiene como finalidad ayudar a poner en evidencia las conexiones existentes entre las políticas y prácticas de ciencia y tecnología, y la escala de resultados distributivos, buenos y malos, y, posteriormente, contemplar las posibilidades estratégicas y mecanismos de rendición de cuentas disponibles. «El título del proyecto es ambiguo ya que se refiere a las políticas y prácticas de ciencia y tecnología como causa de desigualdad, entre otros factores sociales. Pero, a un tiempo, el uso constructivo de la ciencia y la tecnología aporta soluciones viables», afirma el coordinador del proyecto. Peter Healey afirma que existen diversas razones que aconsejan analizar sin demora la relación entre ciencia y tecnología, y desigualdad, siendo la más notable el creciente papel de aquéllas en el desarrollo socioeconómico. En Europa, la ciencia y la tecnología se consideran como los principales motores para la creación de la economía del conocimiento. Se abre así la función política de la ciencia y la tecnología. «Ante la emergencia de una economía de estas características, debemos entender el vínculo entre distribución del conocimiento y desigualdades», indica Healey. El desarrollo de la economía del conocimiento tiene uno de sus parámetros en la migración económica. Los profesionales muy cualificados, en particular en la sanidad, suelen trasladarse hacia los países más ricos con economías del conocimiento más avanzadas. De ahí se deriva un déficit de saber en los países más pobres, que se ven incapaces de retener a los profesionales más cotizados. A esto cabe añadir la acelerada emergencia de la biotecnología y las nanotecnologías, que, según indican los proponentes, pueden transformar nuestra capacidad de controlar la naturaleza en un nivel fundamental. «Estas tecnologías entrañan el riesgo de acentuar las desigualdades», advierte Healey, al crear brechas tecnológicas casi imposibles de superar, como si fueran «agujeros negros gigantes en los que pudiera caer la sociedad». Peter Healey, aunque admite que India y otros países en desarrollo han hecho de la ciencia y la tecnología una plataforma positiva de reforma social y económica, advierte que el panorama no es nada homogéneo. «La práctica de la ciencia y la tecnología habrá permitido acortar distancias entre países en desarrollo y países desarrollados. Ahora bien, también ha contribuido a agrandar la brecha entre ricos y pobres en aquellos países», arguye. La institucionalización de las desigualdades en el comercio internacional y la distribución de bienes y servicios ha sido tal que se han hecho invisibles, según afirma Healey. Las prácticas modernas también pueden llegar a producir efectos redistributivos. Así, el reciclado de residuos electrónicos o electrodomésticos, si bien contribuye a ahorrar recursos naturales y reducir la contaminación en los países «donantes», amenaza la salud de quienes, en los países de destino, trabajan manejando dichos productos. «Estos trabajadores se exponen a todo tipo de riesgos de origen químico, físico y biológico». Además de estudiar los procesos conducentes al aumento de las desigualdades a través de la ciencia y la tecnología, el proyecto versa sobre tres campos emergentes de disparidad. La primera disparidad es la estructural: la mayoría de los sistemas nacionales y regionales de innovación siguen caracterizados por desigualdades institucionales de género y raza. La segunda es la disparidad en la distribución de la renta de la ciencia y la tecnología. «Los fármacos antirretrovirales son un buen ejemplo de ello. ¿Están a disposición de quienes más los necesitan?», pregunta Peter Healey. Por último, por desigualdad se entiende también la falta de representación de las personas interesadas en el sistema de ciencia y tecnología. «O sea, ¿quién se sienta en la mesa? y ¿quién toma las decisiones de política científica», plantea Healey. El reto del proyecto consistirá en integrar el análisis de la política de investigación de Europa y los países en desarrollo. «Nos plantearemos cómo contribuir con nuestro trabajo a configurar los Programas Marco VII y VIII», afirma Peter Healey. «Éstos, al fin y al cabo, no sólo generarán conocimiento, sino que también distribuirán nuevas capacidades técnicas entre recursos humanos, infraestructuras y derechos de propiedad intelectual». El señor Healey considera que el hecho de que la investigación comunitaria obedezca al objetivo de potenciar la competitividad económica europea podría aumentar las desigualdades. Para evitarlo, recomienda la ampliación del marco de la Agenda de Lisboa. Con ello, se favorecerá un crecimiento y desarrollo económico sostenibles en los planos ambiental, social, cultural y político, no sólo en Europa, sino también en el mundo, esto es, un «crecimiento equilibrado». Con la colaboración del Sur, en concreto de Sudáfrica y Mozambique, el proyecto ayudará a los socios europeos a redescubrir los modelos de innovación basados en el equilibrio entre lo social y lo económico, lo global y lo local. Mozambique es un caso ejemplar. En este país, la ciencia y la tecnología se ordenan de forma ascendente y las estructuras locales, como las escolares por ejemplo, sirven también para proporcionar a los ciudadanos servicios de innovación. El proyecto cuenta entre sus socios con Malta y otros nuevos Estados miembros de la UE, así como con Turquía, país candidato. «Téngase en cuenta que el proyecto no versa sobre desarrollo, sino sobre desigualdades, como las que existen entre Estados miembros nuevos (y países candidatos) y antiguos. Asimismo, el proyecto estudiará la política y práctica de la ciencia y tecnología en América Latina y Caribe». Al término del proyecto, el señor Healey espera emitir recomendaciones sobre igualdad en las condiciones marco de la ciencia y la tecnología, tales como los derechos de propiedad intelectual, desarrollo de recursos humanos, rendición de cuentas y gobernanza social. «Nuestro proyecto es ambicioso», se alegra Peter Healey. «No pretendemos abarcarlo todo, pero sí crear un espacio de diálogo sobre la política de ciencia y tecnología, y su conexión con las desigualdades sociales».