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Aumentan las zonas marinas muertas

Las zonas muertas son las áreas del fondo marino en donde no existe oxígeno ni vida y se están expandiendo por los fondos oceánicos de todo el mundo. Según Rutger Rosenberg de la Universidad de Gotemburgo (Suecia) y Robert Diaz del instituto Virgina de ciencias del mar de la U...

Las zonas muertas son las áreas del fondo marino en donde no existe oxígeno ni vida y se están expandiendo por los fondos oceánicos de todo el mundo. Según Rutger Rosenberg de la Universidad de Gotemburgo (Suecia) y Robert Diaz del instituto Virgina de ciencias del mar de la Universidad William and Mary (EEUU), las zonas muertas han crecido hasta tal punto que ya se consideran «el factor que más estrés produce en los ecosistemas marinos» y «se encuentran en la lista de problemas medioambientales mundiales junto a la sobreexplotación pesquera, la pérdida de hábitat y los brotes masivos de algas dañinas». Los científicos han publicado su trabajo en la revista Science. Puede que zonas muertas suene a película de terror, pero lo cierto es que no pertenecen a la ficción. Si continúan avanzando el impacto provocado podría ser más terrible que cualquier película de género. Las zonas muertas del fondo marino son áreas con poco oxígeno y donde se ha producido eutrofización (incremento de los nutrientes químicos). Se considera que la eutrofización está causada por escorrentías de fertilizantes del sector agrícola que contienen nitrógeno y fósforo, además de por aguas residuales, residuos animales y deposiciones atmosféricas de combustibles fósiles quemados, todos los cuales tienen la capacidad de agotar el oxígeno del agua. Una vez que estos productos químicos han entrado en contacto con el agua, promueven el crecimiento de algas que al morir nutren las bacterias que agotan el oxígeno de las aguas circundantes creando zonas muertas en las que no crece nada. De acuerdo con los científicos, muchos ecosistemas sufren periodos de hipoxia, normalmente durante el verano tras los brotes primaverales de algas, pero si la incorporación de nutrientes continúa en aumento, estos periodos estacionales pueden convertirse en permanentes. La zona muerta más grande del planeta en el Mar Báltico sufre hipoxia durante todo el año. Esto es debido en gran medida al hecho de que el flujo de agua entrante y saliente de este mar se ve restringido por las islas y los canales estrechos alrededor de Dinamarca. La bahía de Chesapeake sufre hipoxia estacional en verano en la mayor parte de su canal principal, y ocupa un 40% del área y hasta un 5% de su volumen. El Profesor Diaz comenzó a estudiar zonas muertas a mediados de la década de los ochenta tras observar sus efectos sobre la vida en el fondo de un afluente de la bahía Chesapeake cerca de Baltimore (EEUU). En el año 1995 comenzó a revisar las zonas muertas en océanos de todo el mundo y llegó a contabilizar 305. Los primeros informes científicos de zonas muertas en 1910 informan de cuatro. De acuerdo con la información que recopiló, el número de zonas muertas se ha doblado cada década desde los años sesenta. El recuento de zonas muertas hoy en día se eleva a 400 en todo el mundo y cubren un área de 245.000 kilómetros cuadrados. Para que se puedan hacer una idea, la superficie del Reino Unido es de 244.820 kilómetros cuadrados. Los profesores Diaz y Rosenberg comentan que la hipoxia suele pasar desapercibida hasta que comienza a afectar al pescado destinado al consumo humano. Un posible indicador de los efectos negativos de la hipoxia en las especies de peces de la bahía de Chesapeake es la supuesta relación entre las aguas pobres en oxígeno del fondo y el brote crónico de enfermedades bacterianas en las lubinas estriadas. Los científicos comparten la idea de que la clave para reducir las zonas muertas pasa por evitar el vertido de fertilizantes en el agua. El profesor Diaz está convencido de que los agricultores preocupados por el elevado coste que supone añadir suplementos de nitrógeno a los cultivos están de acuerdo con esta estrategia. «Con toda seguridad, lo que menos desean es ver cómo el dinero depositado en sus cultivos acaba en el fondo de la bahía», afirmó. «Científicos y agricultores han de seguir trabajando juntos para idear métodos agrícolas que minimicen la transferencia de nutrientes de la tierra al mar.»