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Supernova dust: production and survival rates

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Aclaración del misterio sobre el origen del polvo espacial

Nuevas investigaciones apuntan a las supernovas de colapso nuclear como la fuente más probable del polvo cósmico, que es muy importante para el desarrollo interestelar.

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El universo es un lugar muy polvoriento. «Las diminutas partículas de material sólido que flotan en el espacio y que denominamos “polvo cósmico” se encuentran en las galaxias de todo el universo, incluso en nuestra Vía Láctea», explica Mike Barlow, catedrático del University College de Londres. El polvo espacial, aunque no es exactamente como el polvo que cubre nuestras estanterías y repisas de casa, se parece más al humo con partículas, que van desde un par de moléculas hasta gránulos completos. Estos últimos, que pueden medir hasta 0,01 mm, son los que interesan especialmente a Barlow, ya que su superficie sirve de punto de partida para el desarrollo interestelar. «El polvo cósmico es la fuente del material sólido que se incorpora a los planetas durante el proceso de formación de las estrellas, así como de las formas de vida que se encuentran en dichos planetas», afirma Barlow. «Del mismo modo que el origen de los elementos es pertinente para la sociedad, también lo es el origen del polvo del universo, a partir del cual se forma la vida». El origen de dicho componente es lo que ha dejado perplejos a los astrónomos. «Aunque tenemos un conocimiento muy profundo del papel que desempeña el polvo espacial, no sabemos realmente de dónde procede», añade Barlow. Con el apoyo del proyecto SNDUST, financiado con fondos europeos, esta situación podría cambiar pronto. «Sospechábamos que las supernovas eran la principal fuente de polvo cósmico», señala Barlow. «Para averiguarlo, analizamos si las supernovas de colapso nuclear (CCSN, por sus siglas en inglés), que producen las estrellas masivas, son en realidad las principales fuentes del polvo interestelar que existe en las galaxias».

Cómo medir el polvo espacial

Los investigadores de este proyecto, que recibió el apoyo del Consejo Europeo de Investigación (https://erc.europa.eu/) plantearon la hipótesis de que, para ser la fuente dominante de polvo espacial, cada CCSN necesita producir al menos 0,1 masas solares de polvo nuevo. ¿Pero cómo se mide el polvo espacial? Parece ser que un telescopio muy grande puede ayudar a hacerlo. «Mediante el telescopio de ocho metros Gemini y el Telescopio Muy Grande del Observatorio Europeo Austral, mi equipo pudo observar treinta y una supernovas en varias etapas posteriores a la explosión», afirma Barlow. A partir de estas observaciones, el equipo del proyecto, que incluía el mismo número de investigadores e investigadoras, descubrió que las masas de polvo de las CCSN aumentaron de forma constante durante treinta años. A medida que aumentan, absorben los elementos más pesados, llegando a saturarse en una masa de polvo de 0,42 masas solares por supernova. Dicho de otro modo, ¡básicamente cada supernova genera el equivalente a 140 000 masas terrestres de polvo! «Esta gran masa indica que las supernovas de colapso nuclear probablemente fueron las fuentes de polvo predominantes en el universo primitivo y pueden ser la fuente estelar más importante de polvo en nuestro universo local actual», señala Barlow.

No todo el polvo espacial sobrevive

Por supuesto, en este caso se presupone que todo el polvo creado sobrevive, lo cual no es así. Debido a colisiones con otros polvos y otros factores, una parte del polvo espacial producido por una CCSN se destruye. De hecho, se estima que sólo entre el 30 y el 40 % de los gránulos de polvo sobreviven el paso de un choque inverso por un remanente de supernova como Cassiopeia A. «Nuestra investigación demostró que las colisiones entre gránulos y la pulverización son procesos sinérgicos de destrucción de polvo y que dichas colisiones pueden desempeñar un papel fundamental en la determinación del cúmulo de polvo que sobrevive en los remanentes de supernova», añade Barlow. Varios de los investigadores del proyecto, como Barlow, continúan con sus investigaciones sobre las supernovas en el marco de diversos programas del telescopio espacial James Webb.

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