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¿Por qué nos gusta tener miedo?

Ya es Halloween, así que no hay mejor momento para desenmascarar la ciencia detrás del terror.

Las personas tienen una curiosa fascinación por el horror y el miedo. Nos encanta la emoción de tener miedo. Esto se debe a los instintos de supervivencia que evolucionaron durante millones de años. El miedo desencadena la respuesta de lucha o huida: la reacción rápida del cuerpo cuando cree que está asustado, preocupado o en peligro. Con este mecanismo de supervivencia evolutivo se libera adrenalina. Por ejemplo, cuando vemos una película de terror, activamos esta respuesta, aunque no hay ningún riesgo real de daño.

¿Son las experiencias escalofriantes realmente buenas para nosotros?

Experimentar miedo en un entorno controlado puede ser emocionante, explica(se abrirá en una nueva ventana) Coltan Scrivner, un científico del comportamiento y experto reconocido internacionalmente en la curiosidad mórbida y psicología del horror. «Nuestro cuerpo amigdalino(se abrirá en una nueva ventana) dice: "Oye, hay un peligro". Pero otras partes de nuestro cerebro, como nuestra corteza prefrontal(se abrirá en una nueva ventana), dicen: "Bueno, espera un segundo. Estás sentado en tu sofá y hay un televisor delante, así que esto no es realmente peligroso para ti". Cuando las personas describen una curiosidad mórbida, se trata de un sentimiento mixto de miedo pero también de curiosidad, fascinación o incluso consuelo». Una vez que pasa el peligro, el cerebro libera dopamina, la sustancia química del bienestar. En un estudio(se abrirá en una nueva ventana) reciente realizado por un equipo de investigación de la Universidad de Colorado en Boulder (Estados Unidos) se reveló cómo un circuito cerebral específico nos ayuda a responder al peligro y a aprender cuándo las amenazas no son reales. «El sistema de amenazas del cerebro es como una alarma. Tiene que sonar cuando el peligro es real, pero tiene que apagarse cuando no lo es», explicó(se abrirá en una nueva ventana) la autora principal, Elora Williams. «En nuestro estudio se muestra cómo el cerebro aprende a afinar esas respuestas a través de la experiencia, lo que nos ayuda a adaptarnos al mundo». Pero ya basta de biología. La psicología del miedo es donde la cosa se pone realmente interesante. «Las películas de terror son una buena manera para que los adultos practiquen la regulación de las emociones: cuando ve una película de terror, no siempre intenta estar lo más asustado posible», explicó Scrivner. «A menudo, intenta alcanzar un punto óptimo y tiene que regular su miedo y su ansiedad de forma descendente». El espacio seguro puede ayudarnos a afrontar, reducir o incluso vencer nuestras ansiedades. Superar los límites puede ofrecer una sensación de autosatisfacción, logro y empoderamiento. Creemos que podemos afrontar con éxito situaciones desafiantes o incómodas. Todo esto acaba aumentando nuestra confianza en nosotros mismos. Generalmente no estamos solos cuando nuestros ojos se abren y nuestro corazón se acelera. Esto ayuda a fortalecer los lazos con la familia, los amigos y las personas importantes.

Convertir el miedo en diversión

Marc Hye-Knudsen, de la Universidad de Aarhus (Dinamarca), afirmó que existe una una delgada línea entre el humor y el miedo(se abrirá en una nueva ventana). Al reírnos de nuestros miedos, los superamos. Dirigió un estudio(se abrirá en una nueva ventana) en 2024 para comprender por qué amamos el terror al examinar cómo doscientos ochenta visitantes de una casa embrujada controlaron su miedo. Los investigadores también estudiaron datos de cien vídeos de bromas de miedo en línea. «A primera vista, el miedo y el humor parecen estados mentales totalmente opuestos. … Son estados mentales tan aparentemente opuestos que difícilmente deberíamos esperar que interactúen. Sin embargo, a lo largo de nuestras vidas, continuamente hacen exactamente eso. Desde jugar al escondite con nuestros padres cuando éramos bebés, pasando por asustar a nuestros compañeros de juego por diversión cuando éramos niños, hasta reírnos después de los sustos al ver películas de terror cuando somos adultos».

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