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Reducir las emisiones de gases de efecto invernadero mediante cambios dietéticos

Los gases de efecto invernadero procedentes de la agricultura, excepto el dióxido de carbono (CO2), se podrían reducir en un 84% de aquí a 2055 si se redujera el consumo de productos de origen animal y se mejorasen las prácticas agrícolas, asegura un grupo de científicos del I...

Los gases de efecto invernadero procedentes de la agricultura, excepto el dióxido de carbono (CO2), se podrían reducir en un 84% de aquí a 2055 si se redujera el consumo de productos de origen animal y se mejorasen las prácticas agrícolas, asegura un grupo de científicos del Instituto para la Investigación del Impacto Climático de Potsdam (PIK). Éstos han realizado un estudio basado en modelizaciones que se ha publicado en la revista Global Environmental Change. Cerca del 15% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero causadas por el ser humano (exceptuando el CO2) proceden del sector agrícola. Por ejemplo, la aplicación de fertilizantes sintéticos en las tierras de cultivo provoca que se generen metano y óxido nitroso. La situación se agrava si se tiene en cuenta que el ganado consume grandes cantidades de forraje, el cual se produce aplicando más fertilizantes. Por si fuera poco, los propios animales contribuyen a las emisiones durante la digestión de alimentos y mediante sus excrementos. Los investigadores del PIK reunieron información de índole socioeconómica relativa a la demografía, renta per cápita, demanda de alimentos y costes de producción y, por otro lado, datos de tipo medioambiental sobre el posible rendimiento de los cultivos y los introdujeron en un modelo mundial del uso del suelo. Según sus cálculos, las emisiones aumentarían de forma considerable durante los próximos 45 años si el consumo alimentario y el sector agrícola fueran los mismos que en 1995, año de referencia. Si aumentara el consumo de productos cárnicos y lácteos, también lo harían las emisiones. En cambio, si los consumidores redujeran la cantidad de carne demandada, las emisiones podrían bajar un 25% cada década. «La carne y la leche son factores determinantes», aseguró el Dr. Alexander Popp, asociado al PIK, primer firmante del estudio. «Un descenso de su consumo podría conducir en el futuro a una bajada de las emisiones de óxido nitroso y metano por parte del sector agrícola hasta situarse por debajo de los registros de 1995.» «Aparte de la concienciación de los consumidores con respecto a las repercusiones de elegir unos u otros alimentos, los productores disponen de alternativas técnicas para mitigar considerablemente las emisiones», añadió. Esas alternativas técnicas son una mejor gestión del agua, del uso del estiércol y de las cabañas y también el empleo de fertilizantes más eficientes. Además, la mejora de las prácticas de cría y alimentación redundaría positivamente en la calidad del ganado, contribuyendo así a reducir las emisiones de metano y óxido nitroso. Pero la solución más eficaz para reducir las emisiones consiste en sumar todo lo anterior, es decir, pasarse a una dieta con menos productos cárnicos y lácteos y la implantación de mejoras técnicas. «Tanto las alternativas técnicas como el cambio de comportamiento que se ha sugerido para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero exigen incentivos que garanticen que el sector agrícola haga su parte por lo que se refiere a mitigar el cambio climático», indican los investigadores del PIK. «Tarificar las emisiones de estos gases mediante la imposición fiscal o con un plan de comercio de emisiones constituye una solución razonable desde el punto de vista económico para afrontar los efectos negativos de las emisiones.» «En primer lugar, la imposición de un coste adicional por las emisiones de estos gases procedentes de la agricultura, exceptuando el CO2, motivará una aplicación menos frecuente de las prácticas más perjudiciales en este sentido e incentivará la implantación de las tecnologías existentes y la creación de otras nuevas», señalan. «En segundo lugar, dado que parece muy improbable que se produzcan cambios en el comportamiento de forma voluntaria, la regulación o tarificación por emisiones también repercutirá en los precios de venta y, así, impulsará una modificación de los hábitos de consumo.»

Países

Austria, Alemania, Grecia, Arabia Saudí

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