La investigación comunitaria ayudará a erradicar la plaga de las minas terrestres
La Comisión Europea ha publicado un documento en el que se exponen los amplios esfuerzos de la UE por acabar con la plaga mundial de las minas terrestres, basados en nuevos métodos de detección y destrucción."The response of the European Union to the anti-personnel landmines challenge" (Respuesta de la Unión Europea al desafío de las minas antipersonas) se publicó en vísperas de la segunda conferencia internacional de signatarios de la Convención de Ottawa, que se celebró en Ginebra entre los días 11 y 15 de septiembre. El acuerdo, por el que se prohíben el uso, el almacenamiento, la producción y la transferencia de minas antipersonas, entró en vigor el 1 de mayo de 1999.La UE ha prometido acabar con la amenaza que suponen las minas terrestres para las poblaciones civiles de todo el planeta en el plazo de 10 a 15 años. Les augura a las instituciones de investigación de la UE un papel protagonista en la consecución de dicho objetivo. La UE ha pasado a ser el primer donante internacional de asistencia a las operaciones antiminas, con una ayuda, en 1999, de 103 millones de euros. Estos fondos se invierten en todo un arsenal de iniciativas, desde acciones de sensibilización y educación, hasta la vigilancia y marqueo de los campos de minas, pasando por la eliminación y destrucción de los dispositivos, y la ayuda humanitaria a las víctimas. El desarrollo de métodos más rápidos y más eficaces de limpieza de los campos de minas es un tema prioritario para la UE. En el informe se describe el paquete de proyectos llevados a cabo en el laboratorio del Centro Común de Investigación de la Comisión Europea en Ispra (Italia).El principal vector de la investigación es la determinación de las "firmas" características de los diferentes dispositivos a través de ensayos con distintos tipos de radar, sensores de infrarrojo térmico y detectores de metales, y el análisis de los efectos de condiciones ambientales variables en la precisión de dichos dispositivos.El laboratorio se ha sumado asimismo a un esfuerzo internacional más amplio de ensayo de nuevas tecnologías antiminas y formación de personal para la eliminación de minas.Cada año las minas antipersonales y demás dispositivos sin explotar, como granadas, matan o mutilan a miles de civiles. A pesar de la marcada disparidad de previsiones referentes a la cantidad de minas repartidas en todo el mundo, muchas autoridades creen que quedan por lo menos 60 millones de minas activas en al menos 60 zonas en conflicto actual o superado. "La mayoría de las minas han sido colocadas al azar sin que se siguiera una táctica definida. Muchas se han repartido con la única finalidad de aterrorizar y desmoralizar a las poblaciones locales", observa el informe.El informe subraya asimismo los problemas prácticos con que tropieza la consecución de los objetivos de la Convención de Ottawa. Y es que las minas son armas eficaces y baratas: cuestan alrededor de dos dólares americanos. En cambio, las campañas de eliminación exigen un elevado nivel de recursos humanos y materiales: la detección y destrucción de un dispositivo viene a costar unos 850 dólares americanos.En la introducción al informe, Chris Patten, Comisario de Relaciones Exteriores, hace hincapié en la importancia del papel humanitario de la Comunidad. "Las minas terrestres antipersonales son armas abominadas por la comunidad internacional por la acción indiscriminada única que ejercen. Sembradas a toda prisa, su cosecha de inocentes se hace con toda tranquilidad, a sangre fría. Disimuladas, malignas y resistentes hasta cumplir su amenaza, están para aterrar a las poblaciones y perpetuar el odio entre antiguos enemigos mucho después de que haya desaparecido el escenario de la batalla".