Mejorar las vacunas mediante ingeniería genética
Staphylococcus aureus y Streptococcus pyogenes representan una amenaza grave para la salud humana. Visto el aumento de las resistencias a antibióticos, ahora más que nunca es necesario diseñar vacunas seguras y eficaces. Otra de las complicaciones que presentan las vacunas contra Streptococcus pyogenes es la aparición de reacción cruzada entre los anticuerpos inducidos por la vacuna y el tejido humano. Este fenómeno provoca fiebre reumática, una enfermedad autoinmunitaria que, a su vez, constituye la principal causa de cardiopatía crónica y muerte. El equipo del proyecto «Gram positive surface proteins in immune evasion» (SURFACE), financiado con fondos europeos, propuso dirigir el ataque de la vacuna contra antígenos de superficie. El estudio se centró en el carbohidrato de superficie del estreptococo del grupo A (GAC). Se trata del principal componente de la pared celular bacteriana que, a pesar de haber sido validado como grupo universal de la vacuna contra estreptococo A, no se ha seguido desarrollando debido a la aparición de reacción cruzada entre los anticuerpos y el tejido humano. En SURFACE se describió la función biológica de esta molécula y se procedió a la deleción de ciertos genes bacterianos para obtener bacterias que expresaran estructuras de GAC sin el epítopo específico responsable de la reacción cruzada. Se analizaron las bacterias mutadas en una serie de ensayos y modelos animales observándose una mayor sensibilidad a la respuesta inmunitaria. Además, la tasa de morbimortalidad en comparación con las bacterias naturales resultó menor. Finalmente, se evaluó la capacidad del carbohidrato modificado de actuar como antígeno de la vacuna. Los experimentos de vacunación mostraron que este antígeno modificado podía ofrecer una amplia cobertura frente a los serotipos de estreptococo del grupo A sin el riesgo de inducir autoinmunidad. La vacuna diseñada en SURFACE se encuentra cubierta por una patente internacional y pronto debería ponerse a prueba en la práctica clínica. En conjunto, la estrategia investigada demostró que el estudio genético y funcional de los antígenos podría facilitar el diseño racional de vacunas.