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¿Puede el principio de cautela fomentar la ciencia y la innovación?

Un importante científico europeo ha dicho que el uso del principio de cautela en la toma de decisiones relativas a la salud y el medio ambiente puede fomentar la ciencia y la innovación. El principio de cautela, consagrado por el Tratado de la Unión Europea, rige la toma de d...

Un importante científico europeo ha dicho que el uso del principio de cautela en la toma de decisiones relativas a la salud y el medio ambiente puede fomentar la ciencia y la innovación. El principio de cautela, consagrado por el Tratado de la Unión Europea, rige la toma de decisiones en situaciones inseguras, donde tanto la acción como la pasividad reguladoras pueden conllevar graves consecuencias. Al comentar sobre un nuevo informe de la Agencia Europea del Medio Ambiente (AEMA), titulado "Late lessons from early warnings: the precautionary principle 1896 - 2000" ("Lecciones tardías de advertencias tempranas: el principio de cautela, 1896-2000"), el catedrático Poul Harremoës de la Universidad Técnica de Dinamarca expresó: "El uso del principio de cautela puede ofrecer ventajas más allá de la reducción de los efectos para la salud y el medio ambiente, al estimular tanto la innovación, a través de la diversidad y flexibilidad tecnológica, como la mejora de la ciencia". El catedrático Harremoës, quien presidió el comité editorial del informe, advirtió, sin embargo, que "la cautela excesiva también puede resultar onerosa en términos de oportunidades de innovación y líneas de investigación científica perdidas". "Si se tiene más en cuenta -desde el punto de vista científico, político y económico- un cuerpo más rico de información de fuentes más diversas, la sociedad estará en condiciones de establecer en el futuro un equilibrio mejor entre las innovaciones y sus riesgos", explicó. El informe de la AEMA considera el papel que ha desempeñado el principio de cautela ante los peligros para la salud y el medio ambiente en Europa y América del Norte en los últimos cien años. Los estudios de caso incluidos en el informe van desde la crisis de la EEB o enfermedad de "las vacas locas" hasta el debilitamiento de la capa de ozono debido al uso de clorofluorocarbonos. El informe ofrece 12 "lecciones tardías" que se pueden extraer de los estudios de caso, entre ellas la necesidad de realizar un adecuado seguimiento medioambiental y sanitario a largo plazo, investigar las advertencias tempranas e identificar y reducir las lagunas en el conocimiento científico. Según el informe, también es necesario evitar la "parálisis por análisis", actuando para reducir los daños potenciales cuando existan motivos razonables de preocupación. El director ejecutivo de la AEMA, Domingo Jiménez-Beltrán, expresó: "Nuestra principal conclusión es que la muy ardua tarea consistente en aumentar al máximo la innovación y, al mismo tiempo, reducir al mínimo los riesgos para las personas y sus entornos, podría llevarse a cabo con mayor éxito en el futuro si se siguiesen las 'lecciones tardías' derivadas de los historiales de los riesgos estudiados en este informe". El catedrático Harremoës agregó que aunque "por sí solas, ninguna de estas lecciones resolverá los dilemas que implica la toma de decisiones en situaciones de incertidumbre y alto riesgo [...] al menos facilitarían la anticipación de impactos graves, la mejora del equilibrio entre los pros y los contras de la innovación tecnológica y la minimización de los costes de las sorpresas desagradables". La AEMA plantea que el informe puede contribuir a facilitar la comprensión entre Europa y Estados Unidos de la aplicación del principio de cautela en la toma de decisiones políticas, donde el tema ha causado fricción, por ejemplo en disputas relacionadas con la seguridad de los organismos modificados mediante ingeniería genética y la utilización de hormonas sintéticas en la carne de bovino.

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