Análisis de las implicaciones éticas de la investigación en prevención del bioterrorismo
El 3 de febrero la Comisión presentó sus propuestas para crear un programa comunitario de investigación en seguridad, y es evidente que muchas de ellas se refieren a la investigación científica y tecnológica como respuesta clave a la creciente amenaza de ataques terroristas en el mundo. En el caso del bioterrorismo, se calcula que entre 75 y 100 empresas de todo el mundo investigan vacunas y fármacos dirigidos a reducir los efectos de un ataque biológico. Sin embargo, este tipo de investigaciones conllevan serias implicaciones éticas, tanto en lo que se refiere a la aplicación final de los resultados de la investigación, como a los métodos utilizados para que los productos se consideren válidos. Para afrontar esta cuestión, la Comisión organizó una conferencia sobre las implicaciones éticas en la investigación de armas biológicas y la prevención del bioterrorismo. La conferencia se celebró en Bruselas, los días 3 y 4 de febrero. El evento reunió a expertos de todo el mundo, y más que alcanzar una conclusión final, la conferencia se propuso fomentar el diálogo internacional sobre este asunto. Según el Profesor Emilio Mordini, coordinador de un proyecto financiado con fondos comunitarios sobre las implicaciones bioéticas de la globalización, "la comprensión científica sobre los sistemas de vida y las formas de manipularlos se está extendiendo de manera exponencial, gracias a los avances informáticos [y] a la divulgación a escala mundial de los conocimientos biocientíficos. [...]. Esos descubrimientos reportarán grandes ventajas a la humanidad, pero al mismo tiempo posibilitarán el desarrollo de una nueva constelación de armas biológicas muy poderosas". "La diferencia entre la biología buena y su lado oscuro está en la intención y en la aplicación. Salvo en raras ocasiones, es muy difícil secuestrar el descubrimiento de nuevos datos biocientíficos que se pueden emplear en la fabricación de armas biológicas sin que eso afecte al mismo tiempo a la investigación biomédica y la biodefensa más básica", dice el Profesor Mordini. Para el Dr. Charles Penn, del centro británico de investigación y microbiología aplicada, el problema se convierte entonces en una cuestión de riesgo contra ventajas. "Hay que conseguir equilibrar la balanza entre la libertad de investigación y la cooperación, que son imprescindibles para obtener beneficios en la salud pública, y los controles dirigidos a impedir el uso incorrecto del material y de los conocimientos". Incluso cuando es evidente que la investigación va dirigida a conseguir beneficios o seguridad para la sociedad, algunas cuestiones éticas siguen sin ser resueltas. El uso de seres humanos en los ensayos clínicos está regulado por convenios internacionales, que señalan que los participantes deben otorgar su consentimiento expreso y que el experimento debe estar acreditado por un proceso de supervisión ética, teniendo en cuenta los riesgos y los beneficios de la ejecución del experimento. Sin embargo, en un terreno tan sensible como la biodefensa, el gobierno o el organismo correspondiente puede considerar confidenciales los elementos de la investigación, o incluso algunas partes relevantes de la misma. En este contexto, se planteó en la conferencia si la investigación en biodefensa debe estar sujeta a las mismas normas éticas que regulan los experimentos clínicos ordinarios, y en todo caso cómo deben interpretarse esas normas dada la necesidad de mantener en secreto la investigación y la dificultad para realizar un análisis sobre riesgo-beneficio en un campo lleno de tanta incertidumbre como es el bioterrorismo. Los participantes coincidieron en señalar que, incluso en el caso de una investigación secreta sobre biodefensa, deben aplicarse las normas éticas que regulan los ensayos médicos con humanos. Además, y de conformidad con la convención sobre derechos humanos y biomedicina del Consejo de Europa, se señaló que no existen excepciones en este sentido aunque un país esté en guerra o en otro tipo de conflicto bélico, trate de defender su economía o se enfrente a una amenaza a su seguridad nacional. El Profesor Reidar Lie, de la Universidad de Bergen (Noruega), comentó que el requisito de obtener el consentimiento expreso de un paciente no supone una completa revelación del secreto. Hay que darle al paciente solamente aquella información que pueda alterar su voluntad sobre la participación en el experimento, y en muchas ocasiones esto garantizará que no sea necesario revelar la información confidencial. Sin embargo, la cuestión de la confidencialidad se vuelve más problemática cuando se trata de la supervisión de los experimentos clínicos por parte de una comisión independiente de ética, decía el Profesor Lie. "Con la autorización de seguridad necesaria, el presidente de la comisión puede decidir si el experimento se puede supervisar sin necesidad de analizar los datos secretos. Si se puede, perfecto, y si no, habrá que dejar el experimento o buscar otra solución". "Una solución podría ser crear una comisión especial de expertos en ética con la debida autorización de seguridad" - decía el Profesor Lie - "pero en este caso, ¿cómo se podría garantizar la independencia de la supervisión?. Los participantes tenían clara la dificultad existente para hallar respuestas definitivas a ésta y otras preguntas que surgieron en la conferencia, pero la mayoría coincidió en la necesidad de mantener una conversación internacional sobre esta cuestión para poder avanzar, y en que este tipo de debates contribuirían a responder a los retos que plantea la forma más científica de las guerras modernas.