Los biocombustibles no deben convertirse en el pariente pobre de las energías renovables, según Fischer Boel
«Los biocombustibles constituyen nuestra única esperanza realista para reducir de manera significativa la dependencia del petróleo que mantiene nuestro sector de transportes en los próximos 15 años. Por lo tanto, no debemos permitir que se convierta en la más desfavorecida de todas las formas de energía renovable», argumentó la Comisaria de Agricultura y Desarrollo Rural, Mariann Fischer Boel, el pasado 12 de enero. La Comisión está convencida del valor de los biocombustibles y ha adoptado varias medidas para fomentar su introducción. Entre ellas figuran: la Directiva relativa al fomento del uso de biocombustibles u otros combustibles renovables en el transporte de 2003; un plan de acción; la estrategia de la UE para regular el enfoque comercial de los biocombustibles; la ayuda a los cultivos energéticos; y la política de desarrollo rural. En última instancia, sin embargo, son los países por separado los que deben crear la infraestructura necesaria para los biocombustibles e introducir incentivos para su utilización. Actualmente, los biocombustibles son más caros que otras formas de energía renovable, lo que explica en cierta manera el que los Estados miembros de la UE hayan promovido a menudo otras formas de energía renovable. Aunque, según cree la Sra. Fischer Boel, para el sector de transportes los biocombustibles son la clave para lograr un futuro sostenible. El objetivo de la Comisión es que para el 2020, el 20% de la energía de la UE proceda de fuentes renovables. La cifra actual se sitúa por debajo del 7%. Para el año 2020, los biocombustibles deberían representar también al menos el 10% del combustible utilizado por los transportes de la UE. Según la Sra. Fischer Boel, el objetivo se puede lograr. Sin embargo, aunque sea de máxima importancia en la actualidad el desarrollo de un mercado de biocombustibles, de igual manera lo es la búsqueda de nuevos conocimientos y tecnología que impulsen el mercado de biocombustibles en el futuro. «Es importante darse cuenta de que no estamos esperando a que la tecnología nos conduzca hacia alguna quimera. Debemos dar respuesta ahora a los desafíos a los que nos enfrentamos con la primera generación de biocombustibles, ya que es con lo que contamos. La transición hacia una economía de bajo carbono no puede esperar», afirmó la Comisaria. «No obstante, tenemos razonables esperanzas en que a través de la investigación se producirán combustibles mejores y más baratos. Por lo tanto, al tiempo que desarrollamos actualmente el mercado de biocombustibles, debemos mantener también el ritmo de nuestra investigación, ya que es un aspecto esencial de nuestro enfoque estratégico», continúa la Comisaria. La Comisión comparte su entusiasmo por los biocombustibles con otros países, y los de Asia y el Pacífico se están encaminando hacia la creación de un mercado de biocombustibles. Los líderes de los países del Sudeste asiático, y de Australia, Nueva Zelanda, India, Japón, China y Corea del Sur firmaron el 15 de enero un acuerdo en el que expresaban su decisión de reducir su dependencia de las fuentes tradicionales de energía y de promover el uso de los biocombustibles. Aunque también se respira cierto escepticismo. Algunas organizaciones ecologistas creen que la producción de biocombustibles podría en realidad causar más daño que beneficios. Argumentan que Occidente podría comenzar a depender de los países más pobres para satisfacer su cultura vinculada al uso del automóvil, mediante el cultivo de vastas extensiones de plantas para producir biocombustibles en lugar de cultivar otras destinadas a la alimentación. El cambio de cultivos podría acarrear también importantes repercusiones en los ecosistemas naturales. Los que se muestran críticos argumentan que se necesita más energía para producir biocombustibles que la contenida en los propios combustibles, que la construcción de las infraestructuras necesarias para las plantaciones producirá un daño medioambiental, los productos químicos utilizados en las plantaciones podrían dañar la salud humana, y que el uso de cultivos modificados genéticamente para producir biocombustibles no está exento de polémica. La segunda generación de biocombustibles prevista por la Comisión, y que utilizará fuentes como la paja, la madera, las astillas o el abono, conseguirá resolver en cierta manera estos problemas.