Un estudio examina el estado y las previsiones de la investigación europea sobre energía
Europa invierte más que sus competidores en investigación y desarrollo (I+D) de nuevas tecnologías energéticas, pero la investigación carece de coordinación y no está centrada, así lo afirma un informe recientemente publicado por la Comisión Europea. «El estado y las previsiones de la investigación energética europea» compara el conjunto de acciones de la UE orientadas a la investigación energética no nuclear y de varios de los Estados miembros más grandes con las acciones emprendidas en este campo por Japón y EEEUU, los principales competidores europeos. A primera vista, parece que Europa asuma el liderazgo en investigación en nuevas tecnologías energéticas. Según el estudio, Europa invierte en conjunto la mayor parte de sus fondos públicos en investigación energética, concretamente, en energía eólica, en investigación sobre el hidrógeno y las pilas de combustible, en captura y almacenamiento de carbono, y en energía térmica solar concentrada. En general, Europa gasta 332 millones de euros al año en investigar energías renovables, cifra que contrasta con los 192 millones de euros de Japón, y los 144 millones de euros de EEUU. Pero el dinero no lo es todo. El estudio analiza también las áreas comprendidas en cada uno de los conjuntos de acciones orientadas a I+D. Una de las características clave de los japoneses y de EEUU es que tienden a presentar conjuntos de objetivos claramente definidos y específicos. Buen ejemplo de ello son las pilas de combustible de hidrógeno, donde los objetivos específicos de comercialización y reducción de costes están reflejados en las respectivas hojas de ruta americana y japonesa. Por el contrario, el estudio descubre que los objetivos del programa de investigación de la UE tienden a ser más generales. Ello se debe al hecho de que el conjunto de acciones orientadas a I+D de la UE tiene que incluir las diferentes prioridades y objetivos de los interesados a la hora de formular los objetivos de la investigación europea, lo que hace que sean más generales para facilitar así el consenso. Algo que puede tener sus ventajas, según argumenta el estudio, para las tecnologías que son investigadas en una fase muy inicial. En principio, tiene sentido que haya objetivos amplios de investigación que no den prioridad a cualquier tecnología basándose en las primeras estimaciones sobre su potencial. Lo que implica que el conjunto de acciones de la UE tiende a crear un entorno conducente a promover un sinfín de ideas y a la creación de una base realmente amplia para la futura investigación. El estudio descubre, sin embargo, que al ser más generalizado el marco de investigación de la UE falla a la hora de prestarse a facilitar la revisión de proyectos, dificultando la evaluación de progreso de los diferentes programas de investigación y la puesta en marcha de acciones correctivas para ajustar de nuevo los proyectos a los objetivos iniciales. Este tema cobra máxima relevancia en las últimas fases del desarrollo tecnológico, cuando tiene más sentido a nivel económico centrar la investigación y los recursos sobre unas pocas tecnologías prometedoras en vez de dispersar los esfuerzos a lo largo de todo el espectro tecnológico. El estudio sugiere que Europa podría considerar la incorporación en su plan de investigación de algunas de las características que presentan los enfoques de EEUU y Japón. En concreto, recomienda la creación de un vínculo más directo entre la energía, el clima y los objetivos de competencia y la I+D relativa; la definición de motivaciones precisas, necesarias para la transferencia tecnológica como son los periodos de tiempo, las reducciones de costes y el rendimiento técnico; y una evaluación y supervisión continuas y crecientes del progreso para ajustarse al conjunto de acciones cuando sea necesario. El estudio reclama también una mayor equiparación entre las prioridades de investigación de la UE y de los Estados miembros. A pesar de que algunos países se sitúan a la vanguardia de la investigación en nuevas tecnologías energéticas, muchas actividades de los Estados miembros carecen de orientación y no tienen relación con lo que se hace a nivel de la UE. Esto se hace patente en el área de la bioenergía. A pesar de que hay un pequeño número de Estados miembros (Suecia, Letonia y Finlandia) muy activos, el uso de la tecnologías, así como la investigación en este dominio, es todavía aleatoria en la mayoría de los países europeos, señala el estudio. En el Sexto Programa Marco (6PM) se iniciaron acciones para poner en red los programas nacionales de investigación sobre bioenergía mediante la creación de la ERA-NET de Bioenergía. Y, se espera que, a través de la colaboración, los programas nacionales produzcan resultados de mayor calidad, al tiempo que se fomenta a través de la coordinación el intercambio de información adicional y se evita la duplicación. Pero, según argumentan los autores del estudio aún existe la necesidad de una acción concertada entre la UE y los Estados miembros. Las prioridades deberían apoyar la transferencia del conocimiento existente y las tecnologías desarrolladas dentro de Europa, para garantizar el desarrollo tecnológico futuro y alcanzar asimismo una visión común en torno al papel que estas nuevas tecnologías deberían desempeñar en el futuro sistema energético de Europa. El desarrollo de una visión común pasa por incluir las diferentes situaciones en las que se encuentran inmersas las regiones europeas, así como las oportunidades específicas derivadas del uso de estas energías. La responsabilidad es compartida por lo tanto entre la UE y los Estados miembros, declaran los autores del estudio. Por otro lado, preocupa el hecho de que algunas regiones europeas no se beneficiarán de las oportunidades socioeconómicas adicionales que aportarán estas nuevas tecnologías. En el caso del uso intensivo de la bioenergía, el estudio prevé un aumento del desarrollo económico regional y de la creación de empleo.