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La UE desarrollará tecnología para la producción sostenible de alimentos orgánicos

Siguiendo la creencia de que somos lo que comemos, los alimentos orgánicos se han convertido en una industria de miles de millones de euros a medida que los consumidores optan por gastar su dinero pensando en su salud y prefieren lo orgánico. El proyecto QLIF (Quality Low In...

Siguiendo la creencia de que somos lo que comemos, los alimentos orgánicos se han convertido en una industria de miles de millones de euros a medida que los consumidores optan por gastar su dinero pensando en su salud y prefieren lo orgánico. El proyecto QLIF (Quality Low Input Food), financiado por el Sexto Programa Marco (6PM) de la UE, se propone desarrollar alimentos orgánicos más económicos, más seguros y de más calidad para cubrir la creciente demanda de alimentos más naturales y más sanos producidos con menos productos químicos y aditivos. El ámbito de investigación de este proyecto, que cuenta con 31 socios de 15 países, cubre la totalidad de la cadena de producción, desde el productor hasta el consumidor, incluyendo la producción de carne. Además, en este proyecto se estudia la actitud de los consumidores hacia los alimentos que lucen la etiqueta de «orgánico» y sus expectativas con respecto a dichos productos. Una parte de este amplísimo proyecto de 18 millones de euros se centra en dar con una alternativa ecológica para el lavado de las verduras frescas, para lo cual se estudia la lechuga sumergiéndola en agua ozonizada, en lugar de agua clorada. El cloro se utiliza en los sistemas intensivos de producción alimentaria, pero está prohibido en la producción de alimentos orgánicos. «En Finlandia no utilizamos el lavado con cloro, pero en el Reino Unido lo utilizan hasta tal punto que sus lechugas incluso huelen a cloro, cosa que asocian a su frescura», señala Marjo Särkkä-Tirkkonen, de la Universidad de Helsinki, que es responsable de esta parte del estudio y del proyecto. «El ozono es una alternativa al cloro a la que merece la pena prestar atención. Podría ser un buen sustituto porque durante el proceso se descompone en oxígeno y no deja ningún residuo que pueda pasar posteriormente a las personas o al medio ambiente. Al igual que el cloro, el ozono reduce la cantidad de microbios contenidos en los productos vegetales, de forma que los conserva durante un período de diez a doce días. Los tubérculos y las verduras recién cortadas se estropean con rapidez», explicó. Si bien el ozono tendría muchos beneficios ecológicos, también acarrea ciertos problemas. Puesto que es bastante venenoso, en el procesado de los alimentos sólo pueden intervenir cantidades muy pequeñas. «Nos proponemos encontrar la cantidad de ozono óptima necesaria para hacer un lavado lo más breve posible, para que los productos lavados sigan un proceso continuo y cerrado. El ozono es una sustancia tan reactiva que es difícil medir el efecto de una cantidad determinada; estabilizarlo resulta especialmente complejo. Las sustancias orgánicas consumen rápidamente el ozono del agua», apunta M. Särkkä-Tirkkonen. El vegetal que se utiliza de prueba es la lechuga de iceberg y, según los socios del proyecto, ha superado las pruebas con resultados muy satisfactorios: «Este vegetal tiene una estructura celular muy sensible y nos preocupaba que no sobreviviera al tratamiento con ozono y que, por ejemplo, se estropeara su color. Pero no fue así. Se trata de algo prometedor, porque significa que el ozono quizá se pueda utilizar con verduras más duraderas como el calabacín y el tomate.» En realidad el lavado con ozono es una tecnología ya antigua, que se utiliza actualmente, por ejemplo, para purificar el agua de las piscinas y que los bañistas no huelan el cloro, o también en las lavadoras para eliminar los microbios y los olores desagradables. No obstante, en lo que respecta a la producción de alimentos, el uso del ozono es una tecnología relativamente nueva en Europa. Antes de su implantación en el mercado a gran escala habrá que realizar más pruebas. En la primavera de 2007, en el marco del proyecto se realizarán más pruebas piloto con el ozono, esta vez a escala industrial. Si el proceso resultara satisfactorio, se podría aplicar a alimentos cotidianos y su uso se extendería, según M. Särkkä-Tirkkonen. Incluso sistemas convencionales de producción masiva de alimentos podrían adoptar este proceso más ecológico.

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Finlandia