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Los «Cuarenta Rugientes» influyen en la Corriente del Golfo

Un equipo internacional de oceanógrafos que realiza investigaciones en el Océano Antártico ha descubierto que las corrientes de éste influyen en las del Océano Atlántico. Sus hallazgos se han publicado en la edición electrónica de la revista Geophysical Research Letters. His...

Un equipo internacional de oceanógrafos que realiza investigaciones en el Océano Antártico ha descubierto que las corrientes de éste influyen en las del Océano Atlántico. Sus hallazgos se han publicado en la edición electrónica de la revista Geophysical Research Letters. Históricamente, los marineros que pretendían doblar el Cabo de Buena Esperanza y, más al sur, el Cabo Agulhas solían dirigirse rumbo al Sur en lugar de seguir hacia el Este. De esta forma iban al encuentro de unos fuertes vientos del Oeste conocidos como los «Cuarenta Rugientes» a una latitud de 40 grados sur. Estos potentes vientos soplaban con tal fuerza en las velas que permitían reducir a casi la mitad de tiempo la travesía hasta Australia y las Indias. Los investigadores centraron su atención en esta latitud y confirmaron las predicciones de modelos climáticos que indicaban un incremento de la temperatura oceánica y una disminución de la salinidad. No obstante, no observaron cambio alguno en las corrientes. «Nuestras indagaciones apuntan a una hipótesis importante: quizá la clave del control del transporte de agua por la Corriente Circumpolar Antártica sea la presencia de remolinos que no se tienen en cuenta en los modelos climáticos actuales», explicó el profesor Claus Böning del Instituto Leibniz de Ciencias del Mar (IFM-GEOMAR) de Alemania. Los científicos estudiaron la Corriente de Agulhas, una de las corrientes más fuertes de los océanos de nuestro planeta, como la Corriente del Golfo. La Corriente de Agulhas recorre el Océano Antártico de manera circular y trae agua cálida y salada de la zona tropical del Océano Índico siguiendo la costa oriental de Sudáfrica. Cuando alcanza cierto punto geográfico al suroeste de Ciudad del Cabo, vira y emprende el regreso hacia el Océano Índico. Se trata de los llamados «remolinos de Agulhas», que aportan aguas cálidas y saladas al Atlántico Sur, razón por la que esta región es fundamental para el Océano Atlántico en su totalidad. «Sorprendentemente, se puede rastrear la influencia de la Corriente de Agulhas hasta el Atlántico Norte», aseguró la Dra. Arne Biastoch del IFM-GEOMAR. «Este hecho acarrea consecuencias importantes para los programas de observación del Atlántico Norte que tratan de determinar los temidos cambios climáticos a largo plazo en el sistema de la Corriente del Golfo.» Los investigadores observaron que los cambios interanuales normales en la formación de los remolinos de Agulhas propician un incremento en el flujo de agua cálida que cruza el Ecuador, desde el Atlántico Sur hacia el Atlántico Norte, en apenas unos años. Este impacto se desconocía hasta ahora. Este estudio formó parte del programa Argo, una iniciativa internacional que ha creado una red mundial de sondas robóticas que suministran información en tiempo real para su uso en investigaciones climáticas, meteorológicas y oceanográficas. Cada diez días, las boyas de esta red miden la temperatura y la salinidad de distintos mares hasta una profundidad de 2.000 m. Estas mediciones se transmiten por satélite a centros situados en tierra firme. «En este estudio se usaron alrededor de 52.000 perfiles recabados por más de 600 boyas de deriva del Argo repartidas por el Océano Antártico. Esta información se comparó con mediciones históricas efectuadas por barcos», explicó la oceanógrafa Astrid Dispert del IFM-GEOMAR. Otra fuente de información fue el archivo del Centro Australiano de Investigación Marina de Tasmania. Según el profesor Martin Visbeck, el acceso a la red de Argo ha sido de enorme ayuda. «Supone un avance importante en el área de las observaciones oceánicas, las cuales, junto a los modelos de alta resolución, nos sirven para conocer mejor los cambios a largo plazo del océano.» Para el profesor Böning, los investigadores aún tienen una larga tarea por delante. «En futuros estudios se deberá corroborar si los resultados son válidos, en cuyo caso sería una noticia positiva: hasta ahora el Océano Antártico constituye el mayor sumidero oceánico de dióxido de carbono antropogénico y, por tanto, regula de forma crucial la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera. Los modelos climáticos predijeron una reducción drástica de la absorción de dióxido de carbono por parte del Océano Antártico como resultado de cambios en los campos actuales por efecto de los vientos. Ahora se necesitan modelos de alta resolución para evaluar la influencia de los remolinos oceánicos, no resueltos por el momento, sobre la repercusión en el Océano Antártico de los cambios progresivos que ocurren en las condiciones atmosféricas.»

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