Un sensor de bajo coste para supervisar bacterias farmacorresistentes
Uno de los pilares de la práctica clínica es el estudio de las características de las bacterias patógenas; por ejemplo, su velocidad de crecimiento y su reacción a los antibióticos. Sin embargo, para la mayoría de laboratorios de microbiología ubicados fuera de los Estados Unidos o Europa Occidental, este tipo de ensayos son extremadamente caros. El proyecto MuFLOART, financiado con fondos europeos, se propuso desarrollar alternativas de bajo coste que pudieran utilizarse en cualquier lugar. «Los equipos necesarios para obtener estos datos son muy comunes y básicos, pero, por alguna razón, tienen un coste muy elevado», explica Robert Beardmore, investigador del proyecto.
Una alternativa más barata
Esta búsqueda empezó cuando Beardmore e Ivana Gudelj, matemáticos en la Universidad de Exeter, crearon su propio laboratorio. «Trabajábamos con compañeros en el campo experimental, pero no querían seguir las líneas de investigación que proponíamos; así que decidimos crear nuestro propio laboratorio para explorar algunas de nuestras ideas más locas», añade Gudelj, coordinadora del proyecto MuFLOART. «Nos pedían unos precios ridículos por equipos básicos, así que decidimos crearlos nosotros mismos», continúa Beardmore. «Cuando sabes matemáticas y programación, puedes empezar a diseñar algunas cosas». En lugar de un espectrofotómetro estándar de 30 000 euros, los investigadores lograron crear un prototipo de 200 euros con patente en tramitación y con una huella ambiental mucho más pequeña. «Queríamos crear un dispositivo que pudiera obtener los datos que los laboratorios necesitan de los patógenos bacterianos; además, queríamos que fuera pequeño, ligero, de bajo consumo energético y que funcionara con energía solar», observa Beardmore. Ambos científicos afirman que la máquina no tiene ningún tipo de tecnología revolucionaria, y que solo han reconvertido tecnologías ya existentes y han solucionado multitud de problemas. Gudelj añade: «En realidad, solo se trata de entretenerse en cosas en las que los microbiólogos no están interesados».
Uso educativo y para la investigación
La comercialización de este dispositivo de bajo coste para su uso en clínicas de los Estados Unidos y Europa Occidental es poco probable. «Se trata de un equipo muy barato de producir, pero desarrollar un dispositivo clínicamente aprobado es carísimo. Las normativas sobre dispositivos médicos nos impidieron acceder a los mercados clínicos», comenta Beardmore. Sin embargo, Gudelj y Beardmore creen que el nicho de mercado de los espectrofotómetros de bajo coste está en laboratorios de investigación o en países en desarrollo que necesitan atención médica en poblaciones muy dispersas geográficamente. Los dispositivos también pueden emplearse en escuelas y centros educativos para ayudar a los estudiantes a obtener experiencia de primera mano en la cuantificación y descripción de bacterias, así como en entornos con un acceso limitado a clínicas médicas como, por ejemplo, barcos, submarinos e, incluso, naves espaciales. Beardmore comenta: «La NASA estaba abierta a la posibilidad de emplear la espectrofotometría en las misiones a Marte con una máquina como esta. Los espectroscopios convencionales en nuestro laboratorio pesan cuarenta kilos, pero nosotros podemos crear uno que pese solo medio kilo».
A grandes riesgos, grandes recompensas
El proyecto contó con el respaldo del programa Horizonte 2020 de la Unión Europea. «No hubiéramos llegado a esta etapa con un prototipo sin la financiación europea», comenta Gudelj. «Dar ese primer paso fue muy importante. El Consejo Europeo de Investigación apostó por una idea muy arriesgada pero que podría tener una gran recompensa, algo a lo que no muchos se habían aventurado con anterioridad». «Hemos creado prototipos y demostrado que funcionan, tenemos datos fehacientes y el trabajo preliminar está terminado. Con todo, comercializar un dispositivo de laboratorio es un trabajo titánico», explica Beardmore. «Todo el proceso es muy largo, ya que hay que solicitar las patentes, obtener el marcado CE y desarrollar el “software”». Gudelj y Beardmore buscan más financiación para proseguir con el desarrollo. Si tienen éxito, el alto precio del trabajo de laboratorio de dos matemáticos puede resultar en un espectrofotómetro de escritorio asequible para cualquiera.
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