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¿Lo sabríamos si la sociedad estuviera a punto de colapsar?

Nunca falta gente que afirma que nuestro mundo está llegando a su fin, y avisa del colapso económico, social y medioambiental. Sin embargo, esto les sucedió a los romanos, los hititas y los mayas… Preguntamos a nuestro experto Guy Bar-Oz si deberíamos preocuparnos.

Sociedad icon Sociedad

Este arqueólogo de la Universidad de Haifa responde: «La pregunta básica es cómo definimos “colapso” y la respuesta es subjetiva». Podría significar un colapso de nuestra vida personal, de las instituciones en las que confiamos o del tejido de la sociedad que nos rodea. Y estos declives son relativos: un ciudadano que vive en un país rico puede considerar como un colapso si su nivel de vida cae hasta el nivel de la mayoría de las personas del mundo. A pesar de su subjetividad, los arqueólogos disponen de determinadas características que analizar como señal del declive de las civilizaciones, como la perturbación de rutas comerciales, cambios en la oferta y la demanda, enfermedades, degradación medioambiental y disfunciones extremas en el sistema político. Bar-Oz explica: «Se puede ver, por ejemplo, que las necesidades básicas de la sociedad no se satisfacen o no se pueden alcanzar. Perder la seguridad alimentaria, perder la seguridad básica, hay consenso en que esta es una forma de medir el colapso». Visto desde la distancia, el colapso de las civilizaciones parece un momento claramente definido, pero este proceso puede tardar cientos de años. Bar-Oz comenta: «A los seres humanos les encantan los finales catastróficos, como la destrucción de Pompeya, pero, en la mayoría de los casos, el colapso de la sociedad forma parte de un proceso largo. ¿Una sociedad que se enfrenta a un proceso de colapso tiene conocimiento de ello? ¿O solo se puede ver después de que suceda?».

Islas aisladas

Existen excepciones a esta norma: las sociedades aisladas geográfica y económicamente son mucho más vulnerables a un declive rápido. Las poblaciones insulares en concreto pueden ver como sus recursos se agotan demasiado rápido o viven un hecho excepcional que les lleva más allá del punto de recuperación y, por consiguiente, colapsan de repente. Un ejemplo son los asentamientos escandinavos de Groenlandia, fundados por Erik el Rojo. Estos sufrieron un declive repentino a partir del siglo XIV, potencialmente debido a la bajada de las temperaturas y a la degradación ecológica derivada de unas prácticas agrícolas insostenibles. Las comunidades modernas que residen en tierras secas, que dependen de las lluvias estacionales, también son especialmente vulnerables a las fluctuaciones climáticas. «El calentamiento global afecta más a estos lugares, la sociedad es mucho más frágil allí —añade Bar-Oz—. Si cambian determinados elementos, incluso poco, el sistema podría no recuperarse». En la investigación de Bar-Oz, financiada con fondos europeos y centrada en la desaparición de las comunidades bizantinas en el desierto del Néguev, este fenómeno fue evidente. «Los pastores locales pueden seguir a los rebaños de cabras que se lo comen todo. El pastoreo excesivo puede ser tan potente que la mayoría de las plantas no llegan a la floración, por lo que no quedan semillas». Este tipo de colapso ecológico puede producirse con mucha rapidez, afirma. Agitación política, degradación ecológica y una pandemia: parece que los agoreros podrían tener razón. Entonces, ¿hay algo que nos pueda ayudar a protegernos de la caída de la civilización? «La tecnología —responde Bar-Oz—. Es una perspectiva capitalista, pero todas las crisis traen consigo oportunidades de inversión en otras tecnologías, y esto nos aporta mucha resiliencia. Podemos practicar la agricultura en el desierto con la desalinización, por ejemplo». La investigación de Bar-Oz sobre el Néguev esperaba identificar por qué esta sociedad bizantina inició su declive a mediados del siglo VI. Con todo, «no pudimos negar una cuestión en especial u otra», señala. No faltan posibles culpables: la plaga de Justiniano, la conquista islámica y la erupción en Islandia que sumió a Europa a dieciocho meses de oscuridad y hambruna. Todo esto ha permitido que algunos académicos califiquen el año 536 e. c. como «el peor año de la historia en el que vivir». Puede que hoy las cosas no estén tan mal después de todo. Haga clic aquí para obtener más información sobre la investigación de Guy Bar-Oz: El colapso de la sociedad bizantina sigue envuelto en misterio

Palabras clave

NEGEVBYZ, desierto, experto, colapso, medioambiental, sociedad, seguridad, Néguev, civilización