Comprender la adaptación temprana de la agricultura en Europa
La región de los lagos del norte de Grecia y el sur de los Balcanes es un lugar pintoresco y un destino turístico emergente. También alberga una de las primeras regiones agrícolas del Neolítico europeo. Esta historia, junto con la topografía montañosa de la zona, su variado clima y su diversa vegetación, la convierten en un laboratorio ideal en que iniciativas como el proyecto EXPLO(se abrirá en una nueva ventana), financiado con fondos europeos, pueden estudiar la naturaleza y la adaptación de la agricultura primitiva en diversos entornos europeos. «Comprender la temprana adaptación de la agricultura en Europa, junto con la mayor diversidad de recursos incorporados por los primeros agricultores, ofrece muchas lecciones para la agricultura sostenible actual y futura, tanto dentro como fuera de Europa», explica Albert Hafner, investigador del Instituto de Ciencias Arqueológicas de la Universidad de Berna(se abrirá en una nueva ventana).
Uso de la dendrocronología para datar asentamientos prehistóricos
El proyecto, que contó con el apoyo del Consejo Europeo de Investigación(se abrirá en una nueva ventana), pretendía establecer la cronología, la ecología y las prácticas de uso del suelo de aquellas antiguas comunidades que llevaron la agricultura neolítica a las cuencas lacustres de las tierras altas. También pretendía explorar la conexión entre las condiciones ambientales de la época, en particular el cambio climático, y la introducción de la agricultura en Europa. Para alcanzar estos objetivos, el proyecto recurrió a la dendrocronología. La dendrocronología es una técnica científica que utiliza los patrones característicos de los anillos de crecimiento anual de los troncos de los árboles para datar acontecimientos históricos, cambios medioambientales y artefactos arqueológicos. «Era la primera vez que se utilizaba esta técnica para datar asentamientos prehistóricos en Europa fuera de la zona alpina», señala Hafner.
Mayor precisión en la datación de yacimientos arqueológicos
Gracias a la dendrocronología y la datación por radiocarbono, y aprovechando la sinergia de las competencias de su equipo multidisciplinar, el proyecto aportó varios hallazgos importantes. «Un logro sobresaliente fue la datación absoluta del yacimiento neolítico griego de Dispilio mediante un estallido solar del 5259 a. e. c.», afirma Kostas Kotsakis, investigador de la Universidad Aristóteles de Salónica(se abrirá en una nueva ventana). El trabajo aumentó la precisión de la datación de los yacimientos arqueológicos de la región, que pasó de rangos amplios de entre quinientos y mil años a resoluciones a escala de décadas. «En el futuro, este marco de utilización de comparaciones tipológicas de hallazgos procedentes de contextos datados dendrocronológicamente permitirá mejorar significativamente la cronología de los yacimientos prehistóricos de todo el sureste de Europa», añade Kotsakis.
Adaptar las prácticas agrícolas a las necesidades locales
Otro resultado clave fue el establecimiento de una huella paleoecológica de los primeros agricultores y el contexto medioambiental de las primeras actividades agrícolas durante un período de cambio climático. La bioarqueología también reveló la diversidad del uso de la tierra por parte de los primeros agricultores, mostrando cómo combinaban la búsqueda de alimentos y la pesca con el cultivo y el pastoreo. «Era un mundo dramáticamente conectado de pequeñas comunidades que aceptaron los retos locales para adaptar nuevas prácticas agrícolas importadas de la estepa de Asia occidental, cuando el clima oscilaba notablemente hace entre 8600 y 6000 años», explica Willy Tinner de la Universidad de Berna(se abrirá en una nueva ventana).
Unir fronteras mediante la investigación colaborativa
Aunque el proyecto EXPLO consiguió aportar nuevos conocimientos sobre el establecimiento de las primeras sociedades agrícolas europeas, quizá su mayor legado sea la reunión de investigadores noveles de Albania, Grecia, Macedonia del Norte, Suiza y el Reino Unido. «Nuestro proyecto no solo puso en contacto a investigadores de estos países, sino que les dotó de nuevas competencias que podrán aplicar en futuras colaboraciones de investigación», concluye Amy Bogaard, de la Universidad de Oxford(se abrirá en una nueva ventana).