Garantizar que la transición ecológica de Europa sea también una transición justa
La transición europea hacia una sociedad hipocarbónica empieza por los consumidores. «La tecnología por sí sola no bastará para alcanzar nuestro objetivo de reducir las emisiones de carbono: necesitamos que las personas adopten un papel activo para cambiar su forma de vivir y consumir», explica Kirsten Gram-Hanssen(se abrirá en una nueva ventana), catedrática de la Universidad de Aalborg, en Copenhague(se abrirá en una nueva ventana). Para ilustrarlo, Gram-Hanssen señala la necesidad de adaptar el consumo de energía a los tiempos de producción. «Esto puede hacerse generando la propia energía, ya sea individualmente o a través de comunidades energéticas», afirma. «También puede lograrse utilizando tecnología inteligente para dar a los consumidores información sobre la generación de energía y ayudar a controlar la demanda de energía en función de la producción». Sin embargo, existe el riesgo de que el uso de la tecnología inteligente y los incentivos de precios contribuya a la desigualdad socioeconómica y de género. «Al estudiar qué impulsa la transición energética, debemos mirar más allá de la economía y la tecnología e incluir el papel que desempeña el consumo ético en el cambio colectivo de las normas sobre lo que se necesita para vivir una buena vida», añade Gram-Hanssen. Aquí es donde entra en juego el proyecto eCAPE(se abrirá en una nueva ventana), financiado con fondos europeos.
Utilizar las teorías de la práctica para comprender el consumo de energía
Partiendo de la promesa de que la sociedad avanza hacia un sistema energético completamente renovable y de que la teoría de la práctica es el método más adecuado para comprender a los consumidores dentro de dicho sistema energético, el equipo del proyecto se propuso avanzar en la investigación teórica y empírica de las ciencias sociales sobre estas cuestiones. «Desde principios de siglo, las teorías de la práctica nos han ayudado a entender el consumo desde una perspectiva medioambiental al desplazar el centro de atención de la comprensión de los individuos a la comprensión de las prácticas colectivas», señala Gram-Hanssen, iniciadora e investigadora principal del proyecto. Sin embargo, estas teorías no dan cuenta de las variaciones en la realización de las prácticas, como las que implican los aspectos de género, pensamiento ético o desigualdad.
Cómo influyen la ética, el género y la vulnerabilidad en el consumo de energía
Para ayudar a remediar estas omisiones, en eCAPE, que recibió apoyo del Consejo Europeo de Investigación(se abrirá en una nueva ventana), integró una gran cantidad de datos empíricos sobre los hogares y el consumo de energía en las teorías prácticas. Por ejemplo, los investigadores utilizaron los datos de registro sobre el consumo anual de calefacción y electricidad para comprender mejor las pautas de uso del tiempo de energía en relación con la clase social. En el proyecto también se realizaron entrevistas durante la reciente crisis energética europea para saber cómo afrontaban los distintos hogares la subida drástica de los precios de la energía y la creciente preocupación por la seguridad energética. «Esta combinación única de métodos muy diferentes ha permitido adquirir nuevos conocimientos sobre cómo la ética, el género y la vulnerabilidad pueden influir en las prácticas de consumo de energía», afirma Gram-Hanssen.
La participación activa de los consumidores es un prerrequisito para lograr la transición energética
El equipo del proyecto eCAPE demostró no solo que la participación activa de los consumidores es un prerrequisito para la transición energética, sino que dicha participación debe reconocer las desigualdades y las diferencias en la práctica. «La transición energética no solo implica cambios técnicos y de infraestructura, sino que también afecta a la vida cotidiana», concluye Gram-Hanssen. «Si no se incluye adecuadamente en nuestra planificación, la transición podría dar lugar a nuevas o mayores injusticias y desigualdades». Aunque el proyecto eCAPE ha finalizado, los investigadores siguen estudiando el papel que pueden desempeñar la ética y la suficiencia para garantizar que la transición ecológica sea también una transición justa.