Una planta marina refleja la degradación de los ecosistemas
La Posidonia oceánica se extiende en praderas subacuáticas en las zonas costeras. Crea un complejo ecosistema propio entre sus hojas largas y onduladas. Sus rizomas se asientan en el fondo del mar e impiden la erosión de las costas. Estas plantas suelen tener una vida muy larga, que puede durar hasta treinta años. Por desgracia, los contaminantes orgánicos como el nitrógeno y el fósforo son tóxicos para la Posidonia. La proliferación de algas, resultante de la adición de minerales causada por la eutrofización, bloquea la luz que necesita esta planta para realizar la fotosíntesis. Por tanto, las praderas de Posidonia oceánica son muy sensibles a la contaminación. Tradicionalmente, la Posidonia oceánica se utilizaba con fines comerciales como relleno de colchones, ya que repele a las chinches. Con ella se pueden cubrir tejados y también se utiliza trenzada para hacer muebles de rafia. También es adecuada como forraje y como fertilizante. Por todo ello, la desaparición de esta planta resulta inquietante, dada su importancia para la economía local, y los empresarios locales están muy interesados en mantener las reservas. Un grupo de investigadores de la Universidad de Barcelona se propuso frenar la degradación de las aguas litorales del Mediterráneo utilizando la Posidonia oceánica como indicador. Este equipo de la universidad estableció una serie de descriptores para determinar distintos grados de salud de esta planta, desde una salud óptima pasando por las distintas fases de declive hasta su muerte. La sensibilidad de la planta marina a las alteraciones medioambientales la convierten en un bioindicador perfecto de la contaminación. Estos descriptores aplicados a un ecosistema determinado indican la salud de la Posidonia y el nivel de contaminación. El equipo ha patentado estos descriptores como instrumento para estudios medioambientales. Por consiguiente, esta herramienta puede utilizarse en tareas de evaluación.