Un consenso sobre el concepto de fragilidad de la salud
Un grupo de investigadores trabaja para comprender las causas de la fragilidad de la salud en las personas mayores, una realidad que redunda sobremanera en la productividad, el rendimiento económico y el sector sanitario. Su estudio sobre la fragilidad arroja luz sobre la razón de que numerosas personas mayores desarrollen discapacidades, con independencia del hecho de que la comunidad científica aún no haya llegado a un consenso con respecto a la definición de este concepto. El proyecto financiado con fondos europeos «Frailty operative definition - consensus conference» (FOD-CC) tenía la finalidad de acordar una definición de este concepto que fuera abierta y resultase de utilidad en el ámbito clínico. Grosso modo, se considera fragilidad cualquier síndrome biológico asociado a la edad que provoca una discapacidad y el ingreso en un centro de salud. Dentro de esta definición amplia se engloban muchos aspectos distintos relacionados con la salud mental, la nutrición y la merma de la capacidad sexual, aspectos que a su vez llevan aparejada una multitud de consideraciones culturales, económicas y étnicas. Ante esta situación, el equipo del proyecto evaluó el grado de consenso existente entre los expertos en relación al concepto de fragilidad, y en concreto a sus componentes clínicos y diagnósticos. Valiéndose de una técnica de comunicación llamada método Delphi, que se basa en decisiones de un grupo estructurado de individuos, el equipo redactó más de ciento treinta enunciados con vistas a definir la fragilidad con mayor precisión. Se clarificó la diferencia entre fragilidad y discapacidad, se llegó a un consenso en cuanto al diagnóstico y el pronóstico y se definieron biomarcadores específicos de la fragilidad. Concretamente, el equipo acordó que la fragilidad es un proceso dinámico y no lineal que repercute en múltiples sistemas del organismo, que se caracteriza por una resistencia inferior al estrés y que puede considerarse como un síndrome clínico. Se distingue de la vulnerabilidad y la discapacidad en que, aparte de sus componentes físicos, comporta toda una serie de elementos psicológicos, sociales, emocionales y espirituales. El equipo del proyecto subrayó asimismo que, a la hora de evaluar la fragilidad, son componentes clave el estado nutricional, el rendimiento físico, la salud mental y el estado cognitivo. Paralelamente, se han logrado progresos considerables en cuanto a identificar biomarcadores para el diagnóstico y pronóstico de la fragilidad, un paso de gran importancia de cara a prevenir la discapacidad. Se espera que esto sirva como referencia útil a la hora de formular políticas relacionadas con las personas mayores y su bienestar y también para prevenir, tratar y remediar la fragilidad. Asimismo, los frutos del proyecto habilitarán a la comunidad investigadora para medir la efectividad de las intervenciones contra la fragilidad, lo cual contribuirá a reducir la incidencia de enfermedades derivadas y también los costes de las discapacidades y atenciones sanitarias asociadas. Estos valiosos hallazgos y conclusiones se han difundido en revistas internacionales, la página web del proyecto, talleres y congresos, concretamente en acontecimientos de gran relevancia en Grecia, España, Taiwán y Estados Unidos. Por último, algunos integrantes del proyecto colaboraron en la publicación de una nueva revista científica llamada Journal of Frailty, que contribuirá a cimentar un consenso en torno a este tema y a ofrecer soluciones más eficaces.
