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El camino hacia la masculinidad implica algo más que la testosterona

Un nuevo estudio ha demostrado que la placenta también desempeña un papel importante en el desarrollo fetal del pene mediante la producción de una segunda hormona al margen de los testículos.

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Los genitales externos del feto son en un primer momento idénticos y sufren un proceso de diferenciación entre los sexos masculino y femenino que está determinado por factores cromosómicos, genéticos y hormonales. Durante las primeras etapas del desarrollo fetal masculino, un gen del cromosoma Y hace que el tejido fetal encargado de la formación de los órganos sexuales se convierta en los testículos. Estos segregan testosterona, una hormona esteroidea que posteriormente es convertida en dihidrotestosterona (DHT) por unas enzimas del tubérculo genital, la estructura fundamental que se desarrolla hasta formar un pene o un clítoris, dependiendo de su exposición a las hormonas liberadas por las gónadas en desarrollo (ovarios o testículos). La conversión de la testosterona en DHT dentro del tejido es fundamental para el desarrollo del pene. Con el apoyo parcial del proyecto financiado con fondos europeos REEF, un equipo de investigadores ha observado que, además de esta vía androgénica clásica, el proceso de masculinización también implica una vía alternativa (una «puerta trasera») mediante la producción de androsterona en otros tejidos, entre los que se incluye la placenta. Sus hallazgos se publicaron en la revista ‘PLOS Biology’. «Recientemente se ha observado que una vía alternativa, de “puerta trasera”, para la formación de DHT que no requiere testosterona es también fundamental para el desarrollo normal del pene humano. En este estudio ofrecemos datos que señalan que la androsterona es el principal andrógeno de puerta trasera implicado en la masculinización humana y que esta es producida en tejidos no gonadales». La investigación concluyó «que la masculinización del feto humano depende de la secreción de hormonas esteroideas por parte de los testículos y la placenta, lo que explicaría por qué la disfunción de la placenta se asocia con alteraciones del desarrollo sexual». Una nota de prensa explica la metodología del estudio: «Con el fin de obtener más información sobre esta vía, los autores utilizaron la espectrometría de masas para medir las concentraciones de distintos esteroides en el tejido y el plasma fetales durante el segundo trimestre, cuando tienen lugar las etapas más importantes del desarrollo del pene». Defectos de nacimiento Tal y como se señala en la edición británica de ‘The Conversation’, resulta fundamental analizar las vías que controlan el desarrollo de los genitales externos masculinos. De acuerdo con este artículo, «los trastornos que afectan al desarrollo del pene se encuentran entre las anomalías congénitas más comunes observadas en humanos». «Las anomalías más frecuentes de este tipo son las hipospadias, que se caracterizan por la abertura anómala de la uretra en la parte ventral del pene», añade el artículo publicado en ‘PLOS Biology’. Un artículo del ‘European Journal of Pediatrics’ señala que la prevalencia de esta afección en Europa «es de aproximadamente 18,6 casos por cada 10 000 nacimientos». Pese a la variación en las tendencias temporales, «las hipospadias documentadas entre 2001 y 2010 en 23 registros EUROCAT presentan unas cifras estables», añade ese mismo artículo. Al destacar las causas de esta afección, el artículo hace referencia a diversos factores «entre los que se incluye la predisposición genética, una estimulación hormonal inadecuada antes del nacimiento, factores relacionados con la placenta materna y factores ambientales». De hecho, durante los últimos años, varios estudios han analizado el efecto de los factores ambientales, como la acción de los disruptores endocrinos (EDC, por sus siglas en inglés) sobre el desarrollo del sistema reproductor. Los disruptores endocrinos son sustancias químicas sintéticas que se utilizan en diversas industrias como las de la producción de plásticos, cosméticos y plaguicidas. El proyecto REEF (Reproductive effects of environmental chemicals in females), que financió parcialmente esta investigación, también se centró en esta cuestión. Examinó cómo afectaban al sistema reproductor femenino los productos químicos del medio ambiente y señaló que «se ha llegado a una conclusión común en cuanto a los efectos dañinos de determinados productos químicos», tal y como se indica en CORDIS. Para más información, consulte: Sitio web del proyecto en CORDIS

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Reino Unido

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