La malaria en el embarazo: contribución de las ciencias sociales
Según los investigadores, los programas diseñados para asistir a las embarazadas que o bien se encuentran ya infectadas por la malaria o corren el riesgo de contraer la enfermedad podrían beneficiarse en gran medida de los resultados de los estudios de las ciencias sociales. El artículo, publicado por la revista Public Library of Science Medicine, es resultado de un estudio dedicado a las nuevas estrategias para mejorar la cobertura y adaptación del tratamiento contra la malaria de las embarazadas en las zonas rurales de África, y ha sido realizado dentro del marco del proyecto PREMA-EU (Malaria y Anemia en el Embarazo) financiado por la UE. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, 30 millones de mujeres que habitan en zonas de África donde la malaria se presenta como una enfermedad endémica quedan embarazadas cada año. El embarazo reduce la inmunidad de la mujer a la malaria haciendo que resulte más propensa a contraer la enfermedad. Al mismo tiempo los futuros hijos de las mujeres que sufren esta enfermedad presentan un mayor riesgo de abortos espontáneos, muerte durante el parto, parto prematuro y bajo peso en el momento del alumbramiento. Se considera que la malaria durante el periodo de embarazo produce cada año un total de 200.000 muertes entre los recién nacidos. La OMS establece una serie de directrices para la prevención y el tratamiento de la malaria entre las embarazadas. Estas directrices se centran fundamentalmente en la importancia que tiene para ellas dormir bajo la protección de redes especialmente tratadas mediante insecticidas, en un tratamiento intermitente para todas ellas a través de un medicamento contra la malaria, y en la administración de un tratamiento efectivo para aquellas embarazadas que sufran síntomas de la enfermedad. La OMS señala que este paquete de medidas podría ser suministrado por los propios centros de asistencia para las embarazadas. En su artículo, los investigadores defienden que los estudios realizados dentro del campo de las ciencias sociales podrían servir para ayudar a los responsables sanitarios a entender mejor los factores socioeconómicos que podrían llevar a las embarazadas a buscar, o por el contrario a evitar, las medidas de prevención contra la malaria o los servicios dedicados a su tratamiento y en general los servicios de asistencia para las embarazadas. Proponen por tanto dos modelos, uno centrado en la prevención de la malaria, y el otro en su tratamiento, y se sirven de estos dos modelos para identificar las principales lagunas en cuanto al conocimiento que existe sobre esta importante cuestión. Por lo que se refiere a la cuestión del tratamiento de la enfermedad, los autores señalan que «un tratamiento rápido y eficaz depende de la identificación de la enfermedad. No obstante, los síntomas relacionados con la malaria pueden confundirse fácilmente con los síntomas propios del embarazo». Hasta ahora no existen estudios sobre cómo las mujeres consiguen diferenciar entre los síntomas propios de la malaria y los del embarazo, y ni tan siquiera sobre cuántas mujeres son conscientes de que el embarazo las hace más propensas a contraer la enfermedad. Es preciso asimismo seguir investigando para conseguir comprender las supuestas ventajas y riesgos del tratamiento para la madre, el feto y el recién nacido. Tal y como observan los investigadores, «Es importante saber si desde un punto de vista social se da prioridad a la madre o al feto puesto que las ventajas que pueden desprenderse para uno de ellos podrían tener como contrapartida una serie de riesgos para el otro». Otro aspecto importante es la cuestión de quién controla el comportamiento de las embarazadas. A este respecto los investigadores ponen como ejemplo una familia en la que la mujer es consciente de que se encuentra enferma pero en donde los recursos, como el dinero para el transporte por ejemplo, se encuentran bajo el control del marido. «De esta manera la participación en los programas de asistencia puede venir determinada en gran medida por personas a las que dicha asistencia no está directamente dirigida», apuntan los investigadores. En relación al acceso a los centros de tratamiento, los autores señalan que, «las mujeres que viven en el ámbito rural pueden tener que trabajar y vivir en campos alejados de los centros de salud y durante la estación de lluvias las carreteras que llevan a dichos centros pueden resultar inaccesibles, lo que dificulta su acceso a los mismos. La idea de que los desplazamientos de ida y vuelta al centro de salud y los tiempos de espera antes de ser atendidas en dichos centros suponen una pérdida de tiempo influye claramente en la intención de recibir tratamiento en función de la situación laboral de la mujer, su dedicación al cuidado de los niños y las posibilidades de encontrar un sustituto para sus tareas domésticas». Entre otros gastos, al margen de los exclusivamente médicos relacionados con el tratamiento de la malaria, están los gastos de transporte, los de los parientes que acompañan a la paciente y los destinados a su propia alimentación. Muchos de los factores que condicionan el acceso al tratamiento contra la malaria se dan asimismo en relación al acceso a las medidas de prevención contra la enfermedad, que podrían ser suministradas a través de los propios centros de asistencia a las embarazadas. Por ejemplo, «Es importante subrayar que incluso cuando la asistencia en estos centros resulta gratuita, los gastos directos no relacionados con el tratamiento médico y los gastos indirectos, en especial los derivados de transporte, siguen siendo considerables y pueden dificultar el acceso al tratamiento», señalan los investigadores. Entre otros factores que podrían hacer que la mujer se eche para atrás a la hora de acudir a los centros de atención para las embarazadas están los valores sociales y las ideas que existen sobre el embarazo. Por ejemplo, las mujeres solteras y las adolescentes podrían preferir ocultar su embarazo evitando para ello acudir a los centros para embarazadas por miedo a los chismorreos que podrían surgir al conocerse su embarazo. La mujer puede también echarse para atrás si siente que el personal sanitario está siendo poco amable con ella, si no habla su mismo idioma, o si tiene miedo de ser examinada por un enfermero o un doctor y no por otra mujer. Los investigadores llegan a la conclusión de que, «La realidad demuestra que el desarrollo de herramientas que podrían considerarse sencillas, como por ejemplo el IPT (tratamiento preventivo intermitente), no resulta tan sencillo como cabría esperar porque no se tienen en cuenta las reacciones de la comunidad». «Con este artículo esperamos concienciar a los investigadores sobre este tipo de interacciones complejas y sobre la necesidad de integrar en el proceso a las ciencias sociales incluso en circunstancias en las que las intervenciones parezcan aparentemente claras». Los investigadores confían en que el estudio de los factores que influyen en el comportamiento de las embarazadas en estas comunidades rurales les permita aportar su contribución al objetivo acordado durante la Cumbre Abuja sobre la Malaria celebrada en 2000 de conseguir proteger al menos a un 60% de las embarazadas contra la infección por la malaria y contra las consecuencias que de ella se derivan.