Juntos desde 1957: el auge de la investigación en la agenda política de la UE
La UE ha apoyado siempre la investigación científica. En realidad, la implicación de la Unión con la investigación empezó con el Tratado constitutivo de la Comunidad Europea de la Energía Atómica, que fue el primero que concibió la idea de la «investigación europea» y dispuso la creación del Centro Común de Investigación (CCI). A lo largo de los años la investigación siempre ha estado presente, aunque nunca realmente en primera línea. Eso era hasta ahora. Durante los últimos cinco años se ha producido un auge meteórico de la relevancia otorgada a la investigación europea, hasta el punto de que ahora las sucesivas presidencias de la UE la incluyen entre sus prioridades. Los discursos de los Jefes de Estado y de Gobierno sobre los nuevos retos globales que Europa afronta también están repletos de alusiones para alcanzar la competitividad a través de la investigación, la innovación y el conocimiento. Evidentemente, este cambio en la percepción de la investigación ha acompañado muchas otras transformaciones durante los últimos cincuenta años. Cuando la Comunidad Económica Europea (CEE) se creó en 1957, su principal objetivo era económico, como sugiere su nombre. Los seis miembros fundadores (Alemania, Bélgica, Francia, Italia, Luxemburgo y Países Bajos) estaban decididos a crear un mercado interno entre ellos. Otros países fueron observando los beneficios de la cooperación económica, y a lo largo de los años el número de miembros ha aumentado hasta llegar a los veintisiete. Hoy la mayoría de los países europeos son miembros. Con el tiempo, la UE también empezó a abarcar muchos más ámbitos que la cooperación económica, y las actividades del organismo se extendieron a ámbitos como la educación, la salud, el medio ambiente o incluso la seguridad y la defensa. Sin embargo, muchas áreas políticas se mantienen fuera de la esfera de competencias de la UE. Cuando el CCI abrió sus puertas en 1958 todavía faltaba bastante para que se llevaran a cabo otros pasos hacia una política de investigación europea. En 1967 se creó una Dirección General de Ciencia, Investigación y Desarrollo. Se crearon los primeros programas de investigación y se publicaron las primeras convocatorias de propuestas dirigidas a diversos sectores industriales. El siguiente paso llegó gracias a Étienne Davignon, ex vicepresidente de la Comisión Europea, que presionó para la creación de un Programa estratégico europeo de investigación y desarrollo en el ámbito de las tecnologías de la información (ESPRIT). El programa fue aprobado en 1983 y reunió a fabricantes importantes, peueñas empresas, universidades e institutos de investigación alrededor de proyectos de investigación «precompetitiva». En 1983 se puso en marcha un plan piloto de 38 proyectos y desde entonces la comunidad investigadora europea ya no ha vuelto a mirar atrás. Con el programa ESPRIT ya consolidado llegaron otras iniciativas de investigación, como RACE (tecnologías avanzadas de la comunicación), BRITE/EURAM (tecnologías industriales y de los materiales) y BAP (biotecnología). En 1985, la CE se convirtió en miembro de EUREKA, una red para I+D industrial orientado al mercado. Hoy, el debate para reforzar los vínculos entre los programas marco de investigación de la UE y EUREKA todavía continúa. La primera gran revisión del Tratado constitutivo de la CEE llegó en 1986 y se denominó Acta Única Europea (AUE). Por primera vez, se dieron unas bases nuevas y explícitas para la política europea de I+D y se mencionaron los programas marco. El Parlamento Europeo aumentó sus competencias y por primera vez se le otorgó el poder de codecisión en los programas de investigación. Las competencias del Parlamento se reforzaron todavía más en 1997 con la firma del Tratado de Amsterdam. Desde entonces ya no se requiere la unanimidad del Consejo para tomar decisiones sobre los programas marco. Mientras tanto, el presupuesto de los programas marco ha aumentado progresivamente. Éste pasó de 13.215 millones de euros del Cuarto Programa Marco (4PM) a 14.960 millones de euros (5PM) y 19.113 millones de euros (6PM). Durante el 6PM tuvo lugar un gran debate sobre la importancia de la investigación para la competitividad europea que llevó a un aumento de la financiación hasta los 53.272 millones de euros del Séptimo Programa Marco (7PM), que tendrá una duración de siete años, mientras que programas anteriores tenían una duración de cuatro años. Con cada debate sobre un nuevo programa marco, la Comisión y el Parlamento han presionado para obtener más financiación de la que el Consejo estaba dispuesto a conceder. Inicialmente, la Comisión había pedido 70.000 millones para el 7PM pero, no obstante, el aumento del 40% fue considerado como una victoria por parte de la investigación europea y un signo de hasta qué punto es conocido su valor entre los políticos de toda Europa. Con el cambio de siglo, el debate sobre la promoción de la investigación europea se enfrentó a una nueva urgencia, dado que la globalización y las economías emergentes cada vez eran más citadas como amenazas para la competitividad europea. El nuevo impulso para mantener a Europa en la cima comenzó con el lanzamiento de la Estrategia de Lisboa en el año 2000, que pretendía convertir la economía europea en la más competitiva del mundo de cara a 2010. La estrategia fue concebida para preparar el terreno de transición de la economía europea a un modelo competitivo, dinámico y basado en el conocimiento. Otras disposiciones incluidas en el documento de la estrategia aseguraban que el progreso económico no se producía a expensas del modelo social europeo o del medio ambiente. De repente, la expresión «economía del conocimiento» aparecía en todas partes, y desde entonces le siguieron otras, como «triángulo de conocimiento» (investigación, educación e innovación) o espacio europeo de investigación (EEI). El concepto del EEI fue lanzado por el entonces Comisario de Investigación Philippe Busquin en 2000. Éste argumentó enérgicamente en contra de la fragmentación de la investigación en Europa e hizo un llamamiento a los investigadores de todos los sectores para que trabajaran conjuntamente de forma más estrecha. Otra reunión del Consejo en 2002 fue testigo de la firma de los Jefes de Estado y de Gobierno de la UE para alcanzar el objetivo de aumentar el gasto en investigación europea hasta el 3% del PIB de cara a 2010. El objetivo todavía está muy lejos (la cifra actual es del 1,93%, en comparación con el 2,6% de los EE.UU. y del 3,2% de Japón), pero centró a los expertos en la inversión. Con la inclusión de Rumania y Bulgaria, en 2005 la figura se mantuvo en el 1,84% del PIB. «Los resultados son preocupantes: no se alcanzaron los compromisos políticos para 2002. De hecho, muchas cifras muestran que Europa está dejando de ser atractiva para la inversión privada en I+D», escribió Potocnick en el prefacio de la edición de 2005 de las Cifras clave de la Comisión sobre la investigación. Mientras, China aumenta su inversión en investigación en un 20% anual. El lanzamiento del 6PM en 2002 supuso que un bloque de países con el estatus de candidatos a miembros de la UE participaran en el programa con las mismas bases que el resto de los Estados miembros de la UE, de forma que la ampliación de la UE por lo que se refiere a la investigación ocurrió dos años antes de que alcanzara otros ámbitos políticos. La ampliación tuvo lugar propiamente en mayo de 2004. Ésta fue la quinta ampliación de la UE y aumentó el número de ciudadanos europeos hasta los 490 millones. Una vez que el 6PM estuvo ya en funcionamiento todas las miradas se fijaron en el 7PM, dado que se hizo evidente que la Comisión estaba planeando su programa de investigación más ambicioso hasta ahora. No sólo la Comisión deseaba asegurar un presupuesto que doblara el tamaño del asignado al 6PM, sino que la prioridad se trasladó firmemente de la integración hacia la excelencia y la competitividad. El debate sobre el 7PM tuvo lugar bajo la sombra de la amenaza de la globalización y las economías emergentes, predominantemente de Asia. Cuando finalmente fue adoptado, el 7PM trajo con él nuevos instrumentos. Estos van desde el Consejo Europeo de Investigación (CEI), que financiará por primera vez la investigación en las fronteras del conocimiento y evaluará las propuestas solamente basado en la excelencia, hasta las Iniciativas Tecnológicas Conjuntas (ITC), nuevas asociaciones entre los sectores públicos y privados con estatus de entidad legal. Con el 7PM en pleno rendimiento, el Sr. Potocnick ha puesto de nuevo su atención en el EEI. En abril éste lanzó un Libro Verde, con la ambición de dar a conocer una quinta libertad comunitaria (junto con los bienes, los servicios, el capital y el empleo). La fragmentación todavía existe, y obstaculiza el desarrollo europeo, según afirman los arquitectos de este nuevo enfoque. «En la UE tenemos una opción. Podemos respetar los límites del conocimiento o ampliarlos. Y podemos seguir tratando la investigación como una actividad "extra" o bien hacer de ella la actividad central que merece ser», dijo recientemente Potocnik. Así pues, mientras que la investigación se ha abierto camino en la agenda de la UE durante los últimos cincuenta años, todavía hay quien cree que no ha alcanzado su posición legítima en la primera línea del programa político de la UE. Con el aumento de la presión ejercida por las economías emergentes, seguramente ahora ya es sólo una cuestión de tiempo.