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La Comisión tiene la última palabra sobre las patatas transgénicas

La Comisión Europea decidirá si autoriza o no el cultivo de una variedad de patata modificada genéticamente en la UE, dada la estrecha diferencia en la votación a este respecto en el Consejo de Agricultura de la UE. BASF, una empresa alemana de productos químicos, solicitó a...

La Comisión Europea decidirá si autoriza o no el cultivo de una variedad de patata modificada genéticamente en la UE, dada la estrecha diferencia en la votación a este respecto en el Consejo de Agricultura de la UE. BASF, una empresa alemana de productos químicos, solicitó a las autoridades suizas permiso para sacar al mercado este tipo de patata para su uso en procesos industriales, tales como la fabricación de papel. La patata transgénica Amflora contiene grandes volúmenes de almidón. En la reunión del Consejo el pasado 16 de julio de 2007, Austria, Irlanda e Italia encabezaron el grupo de los países contrarios a su autorización, mientras que Alemania, Reino Unido y Suecia formaban parte de los que la apoyaban. También hubo abstenciones por parte de algunos países. Las normativas de la UE establecen que, no habiéndose alcanzado la mayoría cualificada, esta decisión será trasladada a la Comisión Europea. Barbara Helfferich, portavoz de la Comisión en materia de medio ambiente, afirmó que, seguramente, en los próximos meses la Comisión dará su consentimiento formal al cultivo de este tipo de patata. La Comisión basará su decisión en un dictamen de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA), el cual establecía que, en el contexto del uso para el que se ha propuesto, es poco probable que una patata modificada genéticamente pueda tener efectos nocivos sobre la salud de los seres humanos o los animales ni sobre el medio ambiente. Algunos grupos ecologistas han alegado que las patatas transgénicas podrían contaminar la cadena alimentaria y las futuras cosechas. Existen causas concretas para desconfiar de dichas patatas, como genes que pueden desarrollar una resistencia a los antibióticos y el riesgo de que algunas patatas no se recojan, lo que permite que vuelvan a crecer en los años siguientes y contaminen los cultivos no transgénicos. BASF también ha solicitado permiso para usar esta misma patata en alimentos y piensos para animales y ha reconocido que es factible que se produzca una contaminación de la cadena alimentaria.