Unos ecologistas encuentran el eslabón perdido en el misterio del desprendimiento de la cola del lagarto
Los animales tienen mecanismos de defensa diferentes. Los puercoespines extienden sus púas córneas, las hormigas de Malasia se transforman internamente y los perezosos se enroscan en sí mismos para parecerse a nidos en los árboles. Pero uno de los mecanismos de defensa más extraños es la autotomía caudal, o lo que es conocido como autoamputación de la cola en lagartos y lagartijas. Una nueva investigación publicada en la revista Evolution arroja luz sobre lo que determina la capacidad de una lagartija de autoamputarse la cola cuando es atacada por depredadores. Según el equipo de investigación que llevó a cabo el estudio, formado por investigadores griegos y estadounidenses, el factor clave es el veneno. La autotomía caudal, que se observa en muchos lagartos, consiste en que las vértebras que se encuentran en la articulación entre la cola y la pelvis se debilitan y se quiebran fácilmente. El lagarto contrae fuertemente los músculos de la parte posterior de la pelvis, quebrando las vértebras y provocando la fractura de la cola. Con el desprendimiento de la cola, el lagarto espera que el depredador se concentre en la cola; de este modo el reptil tiene suficiente tiempo para escapar. Durante muchos años, los expertos han sostenido que la cantidad de depredadores determina la facilidad con la que los lagartos y las lagartijas son capaces de desprenderse de la cola. Cuanto mayor es la cantidad de depredadores que se alimentan de estos animales, mayor es la necesidad de que este mecanismo de defensa funcione con eficacia. A pesar de las ventajas de tal desprendimiento, hay también un inconveniente. La vida de los lagartos puede verse impactada por las consecuencias que acarrea, como una movilidad menor, índices de crecimiento más lentos e incluso un estatus social más bajo. No obstante, los expertos afirman que la capacidad de desprendimiento de la cola debería mantenerse si hay depredadores merodeando por la zona. El equipo de investigadores, dirigido por ecologistas de la Universidad de Michigan (Estados Unidos) usó una combinación de pruebas de laboratorio y mediciones de campo realizadas en la Grecia continental y en algunas islas griegas del Mar Egeo en las que habitan diversos conjuntos de depredadores. En este estudio se examinaron más de doscientos lagartos y lagartijas de quince especies diferentes que se alimentan de insectos. Es posible distinguir entre los lagartos y lagartijas cuyas colas se han desprendido y los que conservan sus colas originales (p.ej. una cola regenerada es generalmente deforme). Los ecólogos captaron correlaciones entre los índices de autotomía y la presencia o ausencia de diferentes tipos de depredadores de lagartos en los diez sitios donde se recogieron datos. El índice de autotomía mide la facilidad con que se desprende la cola de los lagartos. Los investigadores hallaron que, a pesar de que hay indicios que apoyan la teoría relativa a la influencia de la cantidad de depredadores, existen diferencias sustanciales entre éstos. «Los únicos depredadores que importan realmente son las víboras», explicó el profesor Johannes Foufopoulos de la Facultad de Recursos Naturales y Medio Ambiente y del Departamento de Ecología y Biología Evolutiva de la Universidad de Michigan, y coautor del estudio. «En el Egeo, las víboras son depredadores de lagartijas especializados», añadió. «Por lo tanto, tiene sentido que la defensa principal de las lagartijas esté dirigida a su enemigo principal, la víbora. Pero hasta ahora nadie se había percatado de esta asociación.» Según el profesor Foufopoulos, las peculiaridades de los ataques de las víboras desempeñan un papel clave. El desprendimiento de la cola resulta útil durante ataques no venenosos únicamente si la cola es agarrada firmemente por el depredador, afirmó el investigador. La capacidad de desprenderse de la cola lo más rápidamente posible cobra especial importancia cuando una víbora muestra los dientes y ataca. Añadió que incluso un levísimo contacto con la cola de la lagartija puede bastar para inyectar una dosis mortal de veneno. «El animal pierde la cola pero sale con vida», subrayó el profesor Foufopoulos. «Y siempre puede salir una cola nueva.» En este estudio participaron también la Universidad de Atenas, el Museo de Historia Natural de Creta y la Universidad de Yale (Estados Unidos).
Países
Grecia, Estados Unidos