El rastreo de asteroides se hace más fácil
Nunca ha sido fácil identificar meteoritos. Sin embargo, un grupo internacional de investigadores ha logrado recientemente identificar un asteroide en el espacio antes de que entrara en la atmósfera de la Tierra. Sirviéndose de ordenadores, hoy los investigadores pueden descubrir de qué parte del Sistema Solar cayó el asteroide y predecir cuándo entra en la atmósfera y dónde caen sus fragmentos. Los resultados se han publicado en la revista Nature. El Dr. Mark Boslough, miembro del equipo de los Laboratorios Nacionales de Sandia, de Estados Unidos, afirmó que la investigación muestra la «capacidad [de los astrónomos] de descubrir y predecir el impacto de un objeto espacial» y añadió que con este trabajo se comprobó también cuán rápidamente puede responder una sociedad a un impacto previsto. «En este caso, no se trataba de una amenaza, así que la respuesta fue científica», explicó. «Si se hubiera considerado una amenaza -un asteroide mayor que fuera a explotar sobre una zona poblada- se podría haber dado la alerta a tiempo para salvar vidas, ya fuera evacuando la zona de peligro o dando instrucciones a la gente para que controlara la situación.» La información recogida en esta investigación puede contribuir a los esfuerzos de los astrónomos para estudiar las órbitas de los cuerpos de los que proceden los diversos meteoritos hallados en la Tierra. Según el Dr. Boslough, las futuras misiones espaciales que tengan como objetivo explorar o buscar los asteroides que «cruzan la órbita terrestre» se beneficiarán de este reciente descubrimiento. El asteroide «2008 TC3», evaluado en este estudio, fue visto por primera vez con el telescopio Catalina Sky Survey, que cuenta con el apoyo de la NASA, en el Monte Lemmon de Arizona el pasado octubre. Varios observatorios que fueron alertados sobre este asteroide de cuatro metros de diámetro -alrededor del tamaño de un coche- avistaron el objeto. Científicos y astrónomos de todo el mundo rastrearon y escanearon el TC3 durante 20 horas hasta que desapareció. El asteroide tenía una velocidad de alrededor de 44 579 kilómetros por hora y, cuando entró en la atmósfera, dejó tras de sí una estela ardiente de 82 kilómetros de longitud antes de explotar a unos 36 880 metros del suelo, afirmaron los miembros del equipo. Investigadores del programa Near Earth Object de la NASA, afirmaron: «Una bola de fuego espectacular encendió el cielo sobre el norte de Sudán en la madrugada del 7 de octubre de 2008.» Los cálculos del lugar donde caería el meteorito fueron exactos. Los científicos habían pronosticado que caería en el desierto de Nubia, en el norte de Sudán, 19 horas después de ser descubierto. Entonces los científicos usaron un mapa para encontrar los fragmentos del meteorito. El Laboratorio de Propulsión a Chorro (JPL) de la NASA facilitó al equipo de rescate un mapa con información sobre el sitio donde buscar esos fragmentos. Los miembros principales del equipo eran el Dr. Steve Chesley del JPL, el Dr. Peter Jenniskens, astrónomo especialista en meteoros del Instituto SETI de Estados Unidos, y el profesor Mauawia Shaddad de la Universidad de Jartum (Sudán). «Mi trabajo empieza y termina habitualmente con las trayectorias de los objetos en el espacio», comentó el Dr. Chesley. «Nosotros predijimos exactamente dónde y cuándo el TC3 entraría sobre Sudán. El Dr. Jennsikens estaba pidiendo un mapa donde se viera dónde podrían haber caído los fragmentos del meteorito. Esto fue una primicia para dicho programa de la NASA.» Después de una búsqueda de 3 días, los investigadores recuperaron 15 muestras con una masa combinada de 1,24 libras (0,54 kilogramos). Según los miembros del equipo, los fragmentos eran negros, porosos, rocosos y redondeados. En otros dos viajes, el Dr. Jenniskens y el profesor Shaddad reunieron 280 meteoritos con una masa combinada de casi 5 kilos. Por su parte, el Dr. Boslough afirmó: «En esta era postracional, en la cual las explicaciones y los modelos científicos son ridiculizados a menudo como "simples teorías", es bueno disponer de muestras de este tipo.» En este estudio han participado también universidades de Canadá, Irlanda, Países Bajos, República Checa y Reino Unido, así como el Centro Espacial Johnson de la NASA (Estados Unidos).
Países
Canadá, Chequia, Irlanda, Países Bajos, Reino Unido, Estados Unidos