Cómo utilizaron los humanos prehistóricos las rutas de la seda para desplazarse, mezclarse y evolucionar
Al oír el término «ruta de la seda», es probable que se piense en las rutas comerciales transeuroasiáticas que conectaban Oriente y Occidente durante la Antigüedad y principios de la Edad Media. Pero ¿y si esta ruta de la seda fuera una prolongación de otra ruta de la seda que atravesó Asia central durante el Paleolítico? «Este período no solo se definió por un clima rápidamente cambiante que incluyó múltiples glaciaciones, sino que también tiene una importancia fundamental en la historia de la humanidad», afirma Radu Iovita, arqueólogo antropólogo que actualmente trabaja en la Universidad de Nueva York(se abrirá en una nueva ventana). Fue durante el Paleolítico cuando los humanos evolucionaron y colonizaron Asia central y más allá, y lo hicieron a través de una red de rutas de la seda que conectaban el valle de Ferganá, en el actual Uzbekistán, con el macizo de Altái, en el sur de Siberia. «Factores geográficos y climáticos sugieren que esta región podría haber servido de corredor prehistórico para el rápido intercambio y mezcla de humanos arcaicos y modernos, dando lugar finalmente a las poblaciones asiáticas, norteamericanas y australasiáticas actuales», explica Iovita. Una teoría sólida, sin duda. Por desgracia, hasta ahora no había pruebas que la corroboraran. Con el apoyo del proyecto PALAEOSILKROAD(se abrirá en una nueva ventana), financiado con fondos europeos, Iovita está hallando pruebas sobre cómo los humanos prehistóricos utilizaban las rutas de la seda para desplazarse, mezclarse y evolucionar. El proyecto recibió el respaldo del Consejo Europeo de Investigación(se abrirá en una nueva ventana) y fue auspiciado por la Universidad de Tubinga(se abrirá en una nueva ventana).
Los humanos estuvieron aquí
Con el objetivo de encontrar nuevos yacimientos arqueológicos, el equipo del proyecto se dirigió al campo y empezó a excavar. «Kazajstán es único en el sentido de que muchos de sus yacimientos de cuevas tienen capas de sedimentos muy espesos, lo cual significa que tuvimos que atravesar metros de tierra antes de llegar al nivel de las construcciones de la Edad de Piedra», señala Iovita. Dado el tiempo que llevaba y lo frustrante que resultaba, los investigadores decidieron recurrir a la tecnología. Mediante un georradar, una tomografía de resistividad eléctrica y un penetrómetro, un viejo recurso arqueológico compuesto por una varilla de acero con un martillo, el equipo empezó a encontrar lo que buscaba. Gracias a estas herramientas, además de muchas caminatas y conversaciones con los lugareños, el equipo descubrió noventa y cinco nuevas cuevas y refugios rupestres no estudiados. Una de estas cuevas aportó pruebas de una ocupación temprana que se remonta a la llegada de los humanos modernos a la zona, mientras que otra sugiere que permanecieron allí incluso durante los períodos más fríos y secos. «Ahora que sabemos que los humanos estuvieron aquí durante el Paleolítico, queremos saber quiénes eran, cuánto tiempo estuvieron y dónde fueron». Para ayudar a responder a algunas de estas preguntas, el equipo del proyecto recogió muestras para buscar ADN antiguo, y esperan excavar y analizar yacimientos adicionales.
La perseverancia da resultados
Aunque aún queda trabajo por hacer, Iovita está especialmente orgulloso de su equipo de campo y de su labor durante este proyecto. «Este tipo de trabajo es psicológica y físicamente exigente. Sin embargo, incluso cuando no encontrábamos gran cosa, nunca se rindieron», afirma Iovita. Gracias a esta perseverancia, ahora comprendemos mejor cómo los humanos prehistóricos utilizaron las antiguas rutas comerciales para sobrevivir y prosperar durante este período de intenso cambio climático.