Las asociaciones mundiales impulsan la industria de las proteínas sostenibles
Abastecer a una población mundial en crecimiento con suficientes proteínas es un reto cada vez mayor. Además, las prácticas actuales de producción de alimentos son a menudo insostenibles y perjudiciales para el medio ambiente. Para solucionar este problema, el proyecto SMART PROTEIN(se abrirá en una nueva ventana), con el apoyo de la Unión Europea (UE), se propuso desarrollar una nueva generación de productos alimentarios de origen vegetal sostenibles y ricos en proteínas, capaces de atraer a un mercado global. Desde el principio, el proyecto contó con un alto grado de colaboración y reunió a socios de Europa y Estados Unidos, así como de Israel y Nueva Zelanda.
Aprovechar los conocimientos transatlánticos
«Este proyecto se centra realmente en apoyar a la industria dentro del mercado mundial», afirma el coordinador del proyecto SMART PROTEIN, Emanuele Zannini del University College de Cork(se abrirá en una nueva ventana) (Irlanda). «Algunos ingredientes podrían ser adecuados para los consumidores europeos, ¿pero qué pasa con los consumidores de otras regiones? Nuestro objetivo era ayudar a la industria a perfeccionar realmente sus productos y procesos para adaptarlos a sus mercados». Un actor importante en el consorcio fue el estadounidense Good Food Institute(se abrirá en una nueva ventana), una organización sin ánimo de lucro centrada en la construcción de un sistema alimentario mundial sostenible, sano y justo. La organización aportó al proyecto una serie de conocimientos científicos, normativos y de inversión desde una perspectiva estadounidense. «Necesitábamos un socio estadounidense que nos ayudara a comprender mejor los retos del mercado estadounidense», añade Zannini. «A su vez, era importante que vieran cómo trabajamos en Europa. El Reglamento sobre nuevos alimentos(se abrirá en una nueva ventana) de la UE, por ejemplo, es completamente diferente del entorno normativo estadounidense».
Fermentación fúngica pionera
Durante el proyecto, se optimizó la fermentación fúngica para reutilizar subproductos reciclados de pasta (residuos de pasta), pan (corteza de pan) y cerveza (levadura gastada y grano gastado de cervecería). A continuación, se utilizaron técnicas de modificación de la estructura y el sabor para aumentar la digestibilidad y la aceptación de los alimentos por parte del consumidor. También se evaluaron aspectos clave para el consumidor, como la comodidad y el coste, y se realizaron análisis de rentabilidad para distintos mercados. El equipo internacional validó y demostró con éxito una serie de estrategias o ingredientes de procesado de alimentos y productos alimentarios vegetales a escala industrial. «Nos sentimos especialmente orgullosos de nuestros sabrosísimos sustitutos vegetales del pescado y el queso, que estoy seguro de que nuestros socios seguirán industrializando», señala Zannini. Desde entonces, varias empresas han patentado diferentes combinaciones de proteínas, diseñadas para proporcionar texturas particulares. «La idea desde el principio no era solo desarrollar nuevos productos, sino garantizar que los nuevos conocimientos pudieran aplicarse fácilmente en el mundo real», afirma Zannini. Las prácticas de agricultura regenerativa, validadas en una granja modelo, demostraron con éxito que aumentan significativamente las bioactividades del suelo y potencian el microbioma del suelo, a la vez que reducen la erosión del suelo. Dichas prácticas regenerativas han sido continuadas desde entonces por uno de los socios del proyecto agrícola.
Oportunidades de negocio viables a escala mundial
En opinión de Zannini, esos resultados no habrían sido posibles sin la estrecha colaboración internacional. «Abordar retos tan diversos exigía un planteamiento multidisciplinar», señala. «Teníamos científicos centrados en todo, desde la agricultura y el procesado de alimentos hasta estudios de intervención humana y estrategias empresariales. Cada socio aportó perspectivas distintas a un mismo reto». En consecuencia, las empresas de proteínas sostenibles comprenden ahora mejor las necesidades de los distintos mercados. El Good Food Institute desempeñó un papel importante al dar a conocer los objetivos del proyecto a la industria estadounidense, lo cual pudo contribuir a impulsar el negocio. «Este método cooperativo nos ayudó a pensar en grande y a más largo plazo», añade Zannini. «Pudimos asegurarnos de que las posibles soluciones funcionaran no solo dentro de nuestro propio ecosistema, sino que pudieran reproducirse en distintos entornos. Para construir una industria mundial de proteínas sostenible, esto no tiene precio».