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Renewables-based drying technology for cost-effective valorisation of waste from the food processing industry

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Valorización de ingredientes útiles a partir de los desperdicios alimentarios

La montaña de desperdicios alimentarios europeos genera problemas medioambientales. Un nuevo proceso elimina los problemas al dar a los desperdicios un uso rentable en la industria.

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Casi una tercera parte de los alimentos producidos en Europa se tiran y una gran parte se desperdicia durante la producción. Anualmente esto representa unos noventa millones de toneladas de desperdicios alimentarios, suficiente como para cubrir unos doce mil campos de fútbol. Dichas cantidades de desperdicios ocasionan un importante problema medioambiental. Teniendo en cuenta el transporte en vehículos, cada tonelada de desperdicios alimentarios acaba produciendo de media dos toneladas de emisiones de CO2. Disminuir la repercusión de la producción alimentaria forma parte del plan de acción para la economía circular de la Comisión Europea. Los desperdicios alimentarios se suelen procesar a través del compostaje y la incineración, aunque eso también supone un derroche. Los desperdicios alimentarios contienen ingredientes valiosos que se pueden extraer y aprovechar de forma rentable. El proyecto DRALOD, financiado con fondos europeos, desarrolló un sistema para reciclar los desperdicios alimentarios y convertirlos en nuevos productos. Una parte del sistema dispone de una nueva tecnología de secado y el resto utiliza diversos procesos químicos para la extracción de ingredientes fundamentales a partir de los desperdicios secos. Los tres propósitos del proyecto incluían objetivos técnicos, comerciales y precomerciales. En cuanto al último, el equipo desarrolló y validó aspectos de los sistemas de gestión energética y de secado, y acabó con el diseño y la puesta en marcha de una planta de demostración piloto.

Una secadora alimentada con energía renovable

Los desperdicios húmedos son voluminosos y pesados, por lo que la primera fase del tratamiento requiere secarlos a fin de reducir su volumen y peso. «Nuestro proceso de secado al aire utiliza una mezcla de fuentes de energías renovables», explica Alfonso Pérez Carballo, coordinador del proyecto. «La energía solar proporciona un 50 % y el resto proviene de diversas fuentes de biomasa». Al combinar dos fuentes de energía renovable se genera una huella de carbono muy reducida y los sistemas de recuperación de energía mejoran aún más la eficiencia. El secado requiere aproximadamente veinticuatro horas, lo suficiente como para destruir patógenos. Sin embargo, el proceso es lo bastante frío como para evitar la descomposición de las moléculas orgánicas útiles, recuperadas durante el proceso de valorización. Asimismo, el proceso proporciona un producto seco y estable que no fermenta ni se rompe, con un volumen y peso muy inferior al desperdicio original y que tiene una vida útil de almacenamiento superior a un año.

Recuperación de compuestos útiles

Los desperdicios alimentarios secos se pueden seguir tratando para recuperar sustancias útiles. «Entonces, se deja de desperdiciar los desperdicios», añade Pérez Carballo. «Se valorizan para que tengan una segunda vida. Según el tipo de desperdicio alimentario procesado, se pueden extraer diversos compuestos para diferentes industrias. Por ejemplo, podemos encontrar proteínas, fibras prebióticas, polifenoles y una larga lista de otros ingredientes». Estos se pueden utilizar en las industrias farmacéuticas y de suplementos nutricionales. La planta piloto de DRALOD llevó a cabo una demostración durante varios meses. Los investigadores la diseñaron para procesar 35 000 toneladas de desperdicios anuales, que el secado redujo en un 65 %. Las estimaciones del proyecto muestran que transportar los productos secados anualmente por la planta a más de doscientos kilómetros podría reducir las emisiones de CO2 en más de mil toneladas al año. En comparación con los sistemas de secado que funcionan con gas natural, la planta debería ahorrar ocho mil doscientas toneladas de CO2 al año. El equipo del proyecto también demostró el pleno cumplimiento de los reglamentos de la Unión Europea, por lo que consiguió la certificación reguladora. Gracias al sistema DRALOD, los desperdicios alimentarios se pueden reprocesar y readaptar. Con ello, también se reducen las emisiones de CO2.

Palabras clave

DRALOD, desperdicio alimentario, valorización, energía renovable, tecnología de secado, planta piloto

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