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Ghosts from the past: Consequences of Adolescent Peer Experiences across social contexts and generations

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Acoso escolar: ¿de origen social o genético?

El mero hecho de saber que el acoso escolar parece ser hereditario no nos dice por qué. El equipo de CAPE buscó explicaciones tanto en lo innato como en lo adquirido, pero confundió algunas suposiciones por el camino.

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Las investigaciones han vinculado las relaciones problemáticas en la adolescencia —como no tener amigos o sufrir acoso escolar— a problemas psicológicos y de conducta, como ansiedad y depresión, así como al abuso de sustancias. Sin embargo, según Tina Kretschmer, de la Universidad de Groninga: «Aunque sabemos mucho sobre las repercusiones psicológicas más inmediatas de las relaciones negativas, sabemos menos sobre cómo las relaciones en la infancia y la adolescencia moldean las relaciones en la edad adulta, incluso con la descendencia». El equipo del proyecto CAPE, coordinado por Kretschmer, se interesó específicamente por la transmisión intergeneracional de los comportamientos agresivos. Para ayudar a determinar hasta qué punto estos factores son de origen social o genético, en el estudio se analizaron conjuntos de datos longitudinales, datos genéticos de más de setecientas familias y una serie de observaciones y entrevistas en los hogares. El trabajo del equipo ya ha puesto en tela de juicio una teoría habitual sobre las repercusiones psicológicas del acoso escolar tanto en las víctimas como en los agresores.

Transmisión intergeneracional

El equipo de CAPE, financiado por el Consejo Europeo de Investigación (CEI), utilizó principalmente datos de TRAILS, un estudio longitudinal neerlandés iniciado en 2001 con más de 2 700 niños de 11 años. En el estudio, aún en curso y con más de la mitad de los participantes iniciales, se han proporcionado datos sobre su desarrollo psicológico y conductual, sus relaciones sociales, su educación y su trabajo. Desde 2015, cuando los participantes estaban en edad de formar sus propias familias, los investigadores de TRAIL (algunos contribuyen al estudio CAPE) han realizado cientos de visitas a domicilio para entrevistar a los participantes, a veces filmando las interacciones entre padres e hijos, y entrevistando a los niños sobre sus relaciones con los compañeros. Para que los niños se sintieran cómodos, el equipo adaptó el protocolo de entrevistas con títeres de Berkeley. «Dos títeres idénticos hacen declaraciones opuestas, como: ‘Tengo muchos amigos’ y ‘No tengo muchos amigos’. Entonces, un niño está de acuerdo con uno o se explaya, con algo como: ‘Tengo más amigos que la mayoría’, u otra cosa más neutra. Las respuestas se condifican en una escala», explica Kretschmer.

Estudiar lo adquirido

Aunque la pandemia retrasó la recopilación de más datos «in situ», el análisis de los cuestionarios de los padres ya ha arrojado resultados sobre los vínculos entre las experiencias de agresión entre iguales en la infancia y la capacidad autoevaluada de los padres. «Los primeros indicios sugieren que las experiencias con los compañeros en la infancia no parecen buenos predictores de la confianza o el estrés con que esa persona se comportará como padre», indica Kretschmer. Curiosamente, en la investigación se ha demostrado que la agresión tiene repercusiones a largo plazo en la salud y el bienestar no solo de las víctimas de la agresión, sino también de los agresores, que a menudo corren un mayor riesgo de sufrir problemas como abuso de sustancias y perpetración de delitos. Utilizando datos del Estudio de Cohortes Británico de 1970 y del Estudio Nacional sobre el Desarrollo Infantil, el equipo de CAPE halló un vínculo entre que un progenitor haya acosado en la infancia y que su descendencia haga lo mismo con relevancia estadística, especialmente en etapas de desarrollo similares. Los análisis llevados a cabo hasta la fecha sugieren que esto no se debe principalmente al comportamiento de los padres, por lo que los niños aprenden a ser agresivos de padres que también lo fueron de pequeños. «El siguiente paso obvio es investigar si los genes compartidos explican estas expresiones de agresividad en las dos generaciones», añade Kretschmer.

Buscar explicaciones en lo innato

En el análisis de CAPE de los 1 604 participantes en el estudioTRacking Adolescents’ Individual Lives Survey ya se ha echado por tierra la narrativa habitual de que las víctimas de acoso escolar suelen interiorizar más tarde los problemas, mientras que los acosadores los exteriorizan. «Nuestro análisis reveló que gran parte de la asociación entre el acoso escolar y la posterior inadaptación podría explicarse por la predisposición genética de un individuo a ambos —afirma Kretschmer—. Pero aun así, hay que animar a los padres jóvenes a que reflexionen sobre sus propias relaciones con los compañeros y sobre cómo estas experiencias podrían influir en las de sus hijos». Kretschmer, que ha recibido una subvención de consolidación del CEI, sigue estudiando cómo los antecedentes afectan a la crianza de los hijos y a las consecuencias en la infancia, además del papel que desempeñan los genes en todo ello.

Palabras clave

CAPE, acoso escolar, agresión, crianza de los hijos, gen, intergeneracional, comportamiento

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