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Pedestrian pre-crash reactions and their effects on crash outcomes

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Estudio del comportamiento de los peatones

Ante un peligro, un peatón puede moverse de manera imprevisible, quizás incluso en dirección al propio peligro. Desentrañar sus reacciones puede servir para salvar vidas.

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Los técnicos de seguridad estudian distintas situaciones hipotéticas de colisión de vehículos con peatones, pero el comportamiento de los maniquís no suele ser comparable al de los peatones en una situación real. Ante una situación imprevista, los peatones pueden correr o saltar de manera súbita e instintiva. Este comportamiento puede agravar el peligro para los mismos y dificulta el diseño de las medidas de seguridad convenientes. Para superar esos problemas se puso en marcha el estudio «Pedestrian pre-crash reactions and their effects on crash outcomes» (PEDPCREACT), financiado con fondos europeos, cuyo objetivo es averiguar cómo reaccionan los peatones en situaciones simuladas de colisión y las consecuencias posibles de estas reacciones en los atropellos. Se colocó a un grupo de voluntarios jóvenes y ancianos ante un paso de peatones simulado construido a partir de proyecciones de tráfico proveniente de ambos sentidos. Se acoplaron marcadores para la captura del movimiento por todo el cuerpo de los voluntarios, a quienes se expuso a incidentes inesperados en dicho paso. Los datos recabados sobre sus movimientos y posturas fueron analizados por ordenador y se emplearon para simular nuevos atropellos. Ello permitió una manipulación virtual de las condiciones previas a la colisión, lo cual mostró su efecto en el resultado final. El estudio PEDPCREACT sacó a relucir tres tipos de reacción, las cuales se repetían en los dos grupos de edad, si bien en distintas proporciones. El 60 % de aquellos con edades entre 18 y 30 años apretó el paso, mientras que entre los mayores (de entre 60 y 75 años) hubo una proporción casi igual de quienes quedaron paralizados y quienes echaron a correr (un 38 % frente a un 40 %); la tercera reacción registrada fue el retroceso. Por otro lado, los jóvenes presentaron tiempos de reacción 1,5 veces más rápidos que los mayores. El equipo científico observó que las posturas adoptadas por los que aceleraban el paso o retrocedían eran muy diferentes entre sí, pero cuando la gente se quedaba paralizada siempre levantaba los brazos para protegerse la cara y el resto de la cabeza. Se observó que el parámetro más importante para predecir lesiones fue la postura previa a la colisión. De las 51 simulaciones realizadas a 40 km/h, 10 acabaron en traumatismo craneoencefálico grave; en 5 simulaciones, el cálculo de traumatismos en la cabeza fue superior al de la postura a andar, mientras que los restantes fueron inferiores. De esto se desprende que las lesiones más graves no se producen cuando se adopta la postura más común al andar, es decir, la empleada en las evaluaciones de seguridad. Por tanto, previsiblemente podría evitarse la mayoría de las lesiones graves observadas en las simulaciones fijando un umbral de prueba para los índices de traumatismos cráneoencefálicos inferior al resultante de la postura común al andar. Esta información puede resultar de utilidad para realizar ejercicios de modelado más exactos y, a la larga, diseños más seguros.

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