Descubren proteínas endógenas en el fósil de un lagarto marino extinguido
Un equipo de científicos de Suecia ha hallado el fósil de un mosasaurio (un lagarto marino gigante extinguido) del Cretácico Superior, es decir, de una antigüedad de entre 100 y 65 millones de años. Lo excepcional de este trabajo es el descubrimiento de restos auténticos de un animal desaparecido de la faz de la Tierra incrustados en piedra. Los resultados, publicados en la revista Public Library of Science (PLoS) ONE, indican que las biomoléculas recuperadas son primarias, y no fruto de contaminación por biopelículas bacterianas o proteínas similares al colágeno. Estudios anteriores se centraron en identificar péptidos derivados de colágeno en fósiles de dinosaurio empleando diversos medios, entre ellos análisis mediante espectrometría de masas en tándem aplicada a extractos de huesos íntegros. La contrapartida de este enfoque es la imposibilidad de utilizar tejidos de ubicaciones específicas, lo que obliga a los investigadores a trabajar únicamente con extractos óseos íntegros. Otro inconveniente radica en la imposibilidad de saber a ciencia cierta si las secuencias de aminoácidos obtenidas mediante estos análisis son genuinas. En cambio, los investigadores de la Universidad de Lund emplearon una técnica sofisticada para relacionar moléculas proteaginosas con fibras de matrices óseas aisladas del fósil, de una edad estimada de 70 millones de años, concretamente un húmero (IRSNB 1624). Su planteamiento resultó acertado. El equipo realizó una microespectroscopia de infrarrojos basada en radiación sincrotrónica en el Laboratorio MAX IV de Lund y observaron que la materia con contenido en aminoácidos permanece en los tejidos fibrosos extraídos del hueso del mosasaurio. En otras palabras, sus análisis depararon pruebas fehacientes de que moléculas orgánicas primarias como el colágeno o los productos de su degradación se conservan en los tejidos óseos fibrosos del húmero examinado. «Esta técnica proporciona información sobre moléculas orgánicas complejas en microestructuras seleccionadas», aseguran los autores del estudio. Cabe aclarar que esta conservación no está restringida a huesos de gran tamaño. «La conservación de tejidos blandos primarios y biomoléculas no se limita a huesos de gran tamaño sepultados en entornos fluviales de arenisca; también se produce en elementos esqueléticos relativamente pequeños depositados en sedimentos marinos», aclaran los autores. Por consiguiente, la conservación que se produce en los registros fósiles puede alcanzar un grado excepcional. Asimismo, los tejidos proclives a la descomposición, como la piel y los melanosomas (orgánulos que contienen melanina, el pigmento fotoabsorbente más común en el reino animal), se conservan como residuos orgánicos o restos fosfatados con una fidelidad morfológica considerable. «Pese a todo, es controvertida la cuestión de si los fósiles de varios miles de años de antigüedad contienen componentes orgánicos originales, pero de ser cierto es imprescindible efectuar una identificación positiva de las biomoléculas correspondientes», afirman. En referencia a los análisis realizados, los investigadores explican: «Aunque no puede emplearse por sí sola la espectroscopia de infrarrojos para identificar proteínas específicas, sí que puede ofrecer información de gran utilidad sobre el contenido molecular de muestras cuya composición se desconozca. Del mismo modo, ninguno de los métodos empleados en este trabajo se basta por sí solo. Es decir, ninguno aporta pruebas suficientes de la supervivencia de macromoléculas proteaginosas tras periodos extremadamente largos.» En el estudio participaron investigadores de las universidades Midwestern y Southern Methodist (ambas en Estados Unidos).Para más información, consulte: Universidad de Lund: http://www.lunduniversity.lu.se/(se abrirá en una nueva ventana) Laboratorio MAX IV: http://www.maxlab.lu.se/(se abrirá en una nueva ventana) PLoS ONE: http://www.plosone.org/home.action(se abrirá en una nueva ventana)
Países
Suecia, Estados Unidos