Sondear el comercio mundial del agua virtual
Cada año, se comercializan productos agrícolas valorados en billones de dólares por todo el mundo. Asimismo, en dichos alimentos encontramos incorporada el agua necesaria para cultivarlos. Ello se denomina «agua virtual», un concepto acuñado por el geógrafo Tony Allan en 1993. El proyecto CWASI, financiado con fondos europeos, pretendía comprender mejor dicho comercio mundial del agua virtual. «Cuando comes pan en Italia, muy probablemente el trigo haya sido cultivado en Moldavia, u otro país», destaca el investigador Francesco Laio. Aunque el comercio entre dos países puede equilibrarse en términos económicos, puede que en la práctica un país esté exportando su agua si vende cultivos que necesitan un riego intensivo e importa alimentos que no lo necesitan. A fin de cartografiar el comercio mundial de agua virtual, Laio y sus compañeros en la Universidad Politécnica de Turín en Italia recopilaron datos sobre el comercio internacional de productos alimenticios desde 1961 hasta 2016, e identificaron el origen de 370 alimentos diferentes. En total, la red abarca más de 15 000 flujos internacionales de productos.
Huella hídrica
Una de las críticas al concepto de agua virtual de Allan era que no se podía usar como indicador de daño medioambiental, ya que trataba del mismo modo a todos los métodos de extracción de agua y no evaluaba si dicho uso del agua era sostenible. «Una cosa es llevarse 1 000 m3 de agua de Canadá, donde el agua es abundante, y otra cosa es tomarla de España, donde no lo es», explica Laio. Para resolverlo, Laio y sus compañeros introdujeron un coste medioambiental de extracción, mediante la determinación de la probabilidad de que la fuente de agua —la lluvia, o bien las aguas subterráneas o superficiales— se utilice para cultivar y procesar cada alimento, además del impacto en otros usuarios. Los datos también se pueden utilizar para producir un modelo de escenarios futuros. «Entre los principales objetivos de CWASI está la predicción de cuánta agua se moverá en el futuro —añade Laio—. Ello se parece a intentar saber cuántos kilos de manzanas exportará Italia en 2050; no es algo sencillo». Su equipo identificó cofactores estadísticamente significativos de esos flujos, como las poblaciones de los países importadores y exportadores, la distancia entre dos países, la riqueza de cada país y muchas cosas más. «Intentamos entender cómo evoluciona el sistema en cuanto a la conectividad y la resiliencia», afirma.
Crisis futuras
La segunda parte del proyecto CWASI se centró en la repercusión de las crisis en dicho comercio interconectado del agua. Laio cita el ejemplo de la crisis económica de 1998 en Argentina. «Italia importaba muchos productos de Argentina y, debido a la crisis económica, en un año la capacidad de producción argentina disminuyó a la mitad en algunos productos —indica—. Italia ya no podía importar y eso significó que se importara de otro sitio». Sin embargo, el resto de países que dependían de las exportaciones argentinas se quedaron esperando. Laio afirma: «Por un lado, los sistemas globalizados son más resilientes a las crisis. Sin embargo, los sistemas conectados tienen el problema de que las crisis se pueden propagar de maneras muy desiguales y golpear con más fuerza en las economías menos ricas del mundo». La base de datos de CWASI ya está disponible en el repositorio Zenodo para que la utilicen otros investigadores. Asimismo, Laio y su equipo agradecen las contribuciones y mejoras de la comunidad científica. La base de datos también está disponible para el público general en el sitio web del proyecto, donde las personas pueden jugar con datos de agua virtual mediante una interfaz fácil de utilizar.
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