Los misterios del proceso de momificación al descubierto
Aunque las momias constituyen una piedra angular de la arqueología, resulta sorprendente lo poco que saben los arqueólogos sobre la momificación previa al enterramiento. «Resulta difícil detectar el tratamiento que reciben los restos humanos antes de su sepultura», explica Eline Schotsmans, beneficiaria de una beca de investigación Marie Skłodowska-Curie en la Universidad de Burdeos (Francia). Tal como explica Schotsmans, esto se debe a que, tras miles de años, la mayor parte de los tejidos blandos conservados desaparece. «Los registros arqueológicos solo recogen la deposición final de los restos humanos; en consecuencia, las prácticas mortuorias no suelen valorarse como un proceso dinámico con diversas fases que se desarrollan a lo largo de un período prolongado», añade la arqueóloga. Aunque se han empleado diversos métodos para detectar la momificación previa a la sepultura, ninguno ha sido debidamente validado. Pero, con el apoyo del proyecto financiado con fondos europeos ArchFarm, Schotsmans se propuso cambiar esta situación. Para ello, acudió a un cementerio forense en Australia.
Mensajes de ultratumba
Las instalaciones tafonómicas, conocidas vulgarmente como «granja de cadáveres», apenas reciben arqueólogos, por lo que el trabajo de campo de Schotsmans, aprovechando los fundamentos de la ciencia forense, supuso cierta novedad en el mundo de la arqueología. «El tratamiento mortuorio de las personas fallecidas nos proporciona información sobre el comportamiento humano, la organización social y la ideología de las sociedades anteriores, por lo que es importante analizar correctamente el tratamiento mortuorio si queremos comprender una sociedad», señala Schotsmans. Los experimentos de Schotsmans se centraron en las secuencias mortuorias y enterramientos del Neolítico en Oriente Próximo, y se llevaron a cabo en el Centro australiano de investigación experimental tafonómica (AFTER, por sus siglas en inglés). Según Schotsmans, este trabajo permitió obtener más información sobre los procesos de momificación natural. Por ejemplo, los investigadores demostraron que las momias, como cualquier ser humano, pasan por diferentes fases normales de descomposición, desde la hinchazón hasta la putrefacción intensa y la purga de los fluidos de descomposición. «Una persona no puede pasar de ser carne y sangre a convertirse en una momia sin perder antes humedad y fluidos», explica Schotsmans. «Por consiguiente, es erróneo pensar que en las momias la putrefacción se detiene o no llega a producirse». Los investigadores también descubrieron que el flujo de aire y la evaporación son factores clave en el proceso de momificación. «La mayoría de las personas piensan que se requieren condiciones secas, pero la lluvia diaria con viento abundante también puede crear momias», aclara Schotsmans. «Logramos la mejor momificación durante la estación de las lluvias de Australia, cuando llovía a diario pero la temperatura era elevada y había buen flujo de aire».
Cadáveres y cuerpos en descomposición
La investigación de Schotsmans indica claramente que no se puede realizar un análisis arqueoantropológico detallado sin estudiar el entorno de deposición y comprender el proceso de descomposición. «Muchos arqueoantropólogos nunca han tenido que trabajar con un cadáver ni un cuerpo en descomposición», afirma Schotsmans. «Pero, sin comprender la descomposición y los factores que influyen en ella, resulta extremadamente difícil analizar los restos óseos e interpretar las prácticas mortuorias». Aunque pueda parecer sencillo, Schotsmans dice que la lección más importante que aprendieron durante el proyecto es que los métodos no se deben aplicar de forma demasiado rígida sin una reflexión crítica. «Las hipótesis e interpretaciones deben tratarse con precaución y validarse», concluye Schotsmans. «Los métodos experimentales constituyen un complemento valioso para la investigación arqueológica y antropológica». La investigación de Schotsmans se recoge en un libro sobre arqueotanatología, coeditado en colaboración con el investigador Christopher Knüsel. Además, la arqueóloga prosigue con sus experimentos en Australia gracias a una subvención del Consejo Australiano de Investigación.
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