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Queer Interventions on Self-Harm in Prison

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Repensar las autolesiones en prisión a través de los estudios «queer»

En las prisiones, las autolesiones pueden ser un reflejo de la supervivencia, el afrontamiento y una atención institucional defectuosa. En una nueva investigación se desvela esta compleja dinámica.

Dentro de las prisiones, las autolesiones suelen tratarse como un signo de patología, crisis o desviación. Pero esta perspectiva no tiene en cuenta la complejidad de estos comportamientos ni los aspectos políticos de entenderlos como actos sociales y no patológicos. El equipo del proyecto Prison Self-harm(se abrirá en una nueva ventana) cuestiona esta visión convencional. Realizado con el apoyo de las Acciones Marie Skłodowska-Curie(se abrirá en una nueva ventana), aplica la teoría «queer» más allá de la sexualidad o el género. «"Queer", en este contexto, es una forma de pensar de forma creativa: rechazar los límites de las categorías convencionales y permanecer abierto a la complejidad, la contradicción y la ambigüedad», explica Elena Vasiliou, investigadora principal de Prison Self-harm. «En este proyecto, eso significaba considerar las prácticas autodestructivas como parte de un espectro más amplio de actos relacionales, que pueden desestabilizar lógicas binarias como la autolesión y el placer, la salud y la enfermedad, la víctima y el agente».

La autolesión desde una perspectiva «queer»

En el proyecto se combinaron datos estadísticos con narraciones cualitativas basadas en estudios «queer». Las incoherencias, los sentimientos fuertes o los silencios en los relatos de los exreclusos se reconocieron como conocimientos valiosos. Vasiliou subraya que este método enlaza estrechamente con los métodos descolonial y feminista: «Se trata de humildad relacional, de reconocer el conocimiento y la humanidad de los participantes y de cuestionar las historias dominantes sobre ellos». En un artículo(se abrirá en una nueva ventana), Vasiliou aplica la teoría «queer» para mostrar cómo el dolor y la autolesión pueden entenderse como algo complejo y contradictorio y, en condiciones punitivas, a la vez potenciador e inquietante. Del mismo modo, con esta investigación se descubrió que, para algunos participantes, las autolesiones servían para evitar el suicidio, actuando como una válvula de escape de la presión que impedía la escalada hacia el final de la vida. La vida en prisión, con sus rutinas, su vigilancia y la lucha por gestionar la seguridad y la identidad, influyó en la forma de experimentar las autolesiones. Prácticas como las intervenciones forzadas, la supervisión constante o la autonomía limitada se percibían a veces como coercitivas en lugar de como un apoyo. «Para algunos, las autolesiones se convirtieron en una forma de reclamar agencia frente al control institucional. Para otros, fue un breve apaciguamiento de la ansiedad, o un momento en el que la herida o la visión de la sangre estaban ligadas a deseos, o una afirmación de propiedad sobre su propio cuerpo», afirma Vasiliou.

Género y respuestas institucionales

Los resultados estadísticos revelaron disparidades de género en la forma en que se experimentan y abordan las autolesiones. Es más probable que se considere que las reclusas necesitan apoyo externo, sobre todo en casos de trauma o salud mental, mientras que los reclusos se sitúan con menos frecuencia en esta posición. Esto refuerza los supuestos de género sobre la vulnerabilidad y la resiliencia. Para algunos presos homosexuales, el entorno carcelario, con las interpretaciones de la masculinidad que prohíben la debilidad o el afeminamiento, creaba una carga doble. La autolesión se convirtió en «una forma de aliviar la tensión emocional de tener que suprimir constantemente partes de sí mismos para sobrevivir». Las conclusiones también ponen de relieve la insuficiencia de las respuestas institucionales actuales. Entre los reclusos que llegaban con sentimientos suicidas, casi el 70 % de las mujeres y más del 76 % de los hombres declararon un empeoramiento de su salud mental. Solo el 23,4 % afirma haber recibido ayuda. Paradójicamente, las prácticas de prevención del suicidio, como la vigilancia constante y la medicación, se describieron a menudo como controladoras y punitivas. Se encontró un apoyo creíble en las relaciones entre iguales, a través de la solidaridad informal o del programa «Listener», un programa del Reino Unido en el que los presos ofrecen apoyo emocional confidencial a otras personas en apuros. En el proyecto Prison Self-harm se muestra que los comportamientos autolesivos en las prisiones pueden entenderse como formas de afrontar o resistirse a las condiciones opresivas. Se aportan más análisis y recomendaciones(se abrirá en una nueva ventana) para la investigación, la política y la práctica clínica o psicológica. «Las recomendaciones del proyecto no pretenden transformar las prisiones en lugares de asistencia, sino dar respuestas que tomen en serio la realidad de las personas encarceladas», concluye Vasiliou.

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