El fenómeno de la inactivación del cromosoma X
Para corregir el desequilibrio entre el XX de las hembras y el XY de los machos, las hembras han desarrollado los mecanismos exclusivos de inactivación del cromosoma X (XCI), un fenómeno epigenético que provoca el silenciamiento transcripcional de uno de los cromosomas X, posibilitando la compensación de la dosis génica. La expresión del gen que codifica la molécula de ARN denominada transcrito específico para la inactivación del cromosoma X (XIST) inicia el proceso de inactivación del cromosoma X. XIST recubre el cromosoma X que se va a inactivar e induce alteraciones en su cromatina que silencian la transcripción de los genes que contiene. Los socios del proyecto financiado por la Unión Europea Simaorochaxci se propusieron estudiar la importancia funcional de los cambios dinámicos que se producen en la cromatina y están presentes en el cromosoma X inactivo (Xi). Los científicos del proyecto se mostraron particularmente interesados en el mecanismo de la pérdida de marcas activas que se produce cuando se inicia la XCI. Los investigadores partieron de la hipótesis de que algunas enzimas podrían eliminar marcas cromosómicas activas como la metilación de la histona 3 lisina en el locus 4 de la lisina (metilación H3K4) asociada con la transcripción génica. La pérdida de la metilación H3K4 es un proceso que acompaña a la iniciación del fenómeno de la XCI. Mediante un sistema de marcado fluorescente, los científicos del proyecto pudieron visualizar y evaluar la movilización de proteínas de interés hacia lugares específicos de los cromosomas. Los experimentos demostraron que la molécula de ARN XIST era la responsable de llevar la proteína Jarid2 al Xi. Esto desencadena la movilización del complejo represor polycomb 2 (PRC2), que induce el silenciamiento génico. Las conclusiones del proyecto Simaorochaxci han contribuido a mejorar significativamente los conocimientos sobre el fenómeno de la inactivación del cromosoma X y las modificaciones de la cromatina asociadas al mismo. Además de ayudar a entender la herencia y la transcripción de genes, los datos podrían extrapolarse para deducir la regulación génica en otros organismos.