Relación entre las redes sociales y las redes cognitivas en la adolescencia
Los vínculos sociales urden el tejido de la interacción de muchas especies y han sido fundamentales para la supervivencia de los humanos a lo largo de la evolución, al ofrecer seguridad, apoyo y comodidad. Mientras que los sociólogos han estudiado la estructura de las complejas redes sociales de la sociedad moderna, los neurocientíficos han investigado los mecanismos encefálicos que nos permiten navegar por ellas. Con todo, estas líneas de investigación han estado en gran medida separadas, lo cual ha dado lugar a explicaciones parciales. Las neuroimágenes, obtenidas en laboratorios muy controlados, han aportado pruebas de que las interacciones sociales positivas activan las mismas redes de recompensa neuronales que las experiencias placenteras, como la alimentación y el sexo.
Una fase del desarrollo fundamental
«Si bien esto aporta información sobre el funcionamiento del encéfalo, el comportamiento social fuera del escáner de resonancia magnética es dinámico; las personas no son pasivas, sino que interactúan en situaciones múltiples y cambiantes. Este es el ámbito de las ciencias sociales», explica Lydia Krabbendam, de la Universidad Vrije de Ámsterdam, entidad anfitriona del proyecto. El proyecto SCANS, financiado por el Consejo Europeo de Investigación, se centró en los vínculos sociales que se forman en la adolescencia, como fase del desarrollo fundamental para el comportamiento social posterior. SCANS determinó que la posición de una persona en las redes sociales del aula estaba relacionada con los niveles de confianza social y con la actividad en la red de recompensa neuronal.
En el aula
La adolescencia es una fase del desarrollo fundamental que se caracteriza por una mayor sensibilidad a los procesos de los iguales. Esta da lugar a una reorientación social, en la que las redes sociales se amplían y adquieren mayor complejidad, procesos paralelos a la maduración de las funciones cognitivas sociales. «Además, las psicopatologías como la depresión o la ansiedad social suelen manifestarse primero durante la adolescencia, lo cual puede estar relacionado con la mayor importancia de las interacciones sociales», añade Krabbendam. Además de la experiencia del coordinador del proyecto Krabbendam en neuropsicología, el método de investigación de SCANS también incluyó antropología, economía y sociología. El equipo de SCANS llevó a cabo análisis de redes sociales, en las que las relaciones entre los integrantes del grupo, en este caso el aula, se examinaron por medio de cuestionarios. Por ejemplo, SCANS pidió a cada participante que elaborara una lista de sus amigos o de todas las personas que le gustaban. Estas listas generaron una red de vínculos (relaciones) y nodos (participantes), lo cual permitió llevar a cabo diversos análisis de los grupos y los participantes. Estos análisis determinaron cuestiones como lo importante que es un participante en una red o la densidad de un grupo. Posteriormente, los resultados se analizaron estadísticamente en relación con otras medidas. Por ejemplo, se emplearon tareas cognitivas sociales para determinar la confianza y la capacidad de adoptar la perspectiva de los demás. Los cuestionarios cumplimentados por los mismos encuestados también se utilizaron para evaluar posibles psicopatologías, como la depresión.
De vínculos y encéfalos
SCANS seleccionó un total de novecientos adolescentes de más de cuarenta clases y consiguió que participaran dos veces al año durante tres años; incluida la participación de toda la clase en la mitad de los casos. Un hallazgo que cabe destacar fue que los datos longitudinales tanto de los cuestionarios como de las tareas, sugirieron que el proceso de desarrollo de la cognición social tiene lugar entre los 12 y los 15 años, con algunas diferencias interesantes entre los niños y las niñas. «La opinión predominante es que las niñas son mejores en cognición social. Determinamos que esto era así en algunos aspectos (presentaban más empatía y mejores capacidades para tomar perspectiva), pero no en otros, puesto que los niños mostraban una mayor confianza, por ejemplo», explica Krabbendam. Otro hallazgo clave fue que los participantes situados en la parte más central de la red social (con más amistades recíprocas con otros participantes centrales) presentaban niveles más elevados de confianza, con redes de recompensa neuronal más activas durante las decisiones relativas a la confianza. «Si bien no podemos llegar a ninguna conclusión sobre causa y efecto, esto pone de relieve una relación clara entre el contexto social y el cerebro social, lo cual deja mucho margen para futuras investigaciones multidisciplinares innovadoras», concluye Krabbendam.
Palabras clave
SCANS, adolescente, encéfalo, vínculo social, psicopatología, cognición, confianza, depresión, iguales, neurocientífico